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a su alrededor.
claro que nunca el convencimiento de madre y la reñía diciéndole que era demasiado esclava de la rutina y de los que su vida había sido inútil y estéril; una equivocación desgraciada y definiconvencionalismos sociales. El no quetiva como tantas otras que había visto ría ligarse, no creía en los vínculos impuestos por las leyes: queria ser siemEn su lecho de muerte, frente pre libre, para vivir como un hombre frente de aquel cuadro vivo, visión lle libre, merced únicamente de su volunna de amor y fecundidad, revivió la tad soberana. No se había casado ni santa memoria de su madre, de aquella nunca se casaría; encontraba odioso, mujer viuda en plena juventud y herhasta inmoral el matrimonio que enyumusura, y que había renunciado los gaba dos cuerpos eternamente. hasta goces del amor, para darse entera y cuando se repuguaban; aceptaba completa al cuidado y al cariño de su hi aquella cadena que hacía de la mujer un jo adorado. en cambio él. qué había ser sin voluntad y sin acción propia.
hecho por su madre? La había sacrifi¡Y durante años enteros, en cambio, Rocado, egoísta, sus utopias de apóstol inán (bien lo sentía ahora como nunca)
de unas ilusorias libertades, dejándola, creyéndose amo de sí mismo, había dedespués de una vida triste y solitaria, jado que la Lidia fuera envolviéndolo, morir friamente sin haber podido oír como envuelve la hiedra firme y gra.
las risas de los hijos de su hijo alegrar ciosamente al joven roble que aniquila!
su vejez; sin las caricias de unas maneEncontrada en el azar de una orgfa, citas rechonchas que también hubieran cuando aún era bella si ya no joven el tejido coronas de rosas para sus apasionado de veinte años, hermoso coblancos cabellos. Oh, cuánto hamo un Apolo, de tronco vigoroso y sa.
bría dado Román, en aquel momento, no, se sentido orgulloso de venir por oir la risa alegre de su madre; por ser el amante de la mujer espléndida ver te:nblar su cabeza de nieve y sus cuyas caricias los contemporáneos de lentes de oro resistiendo la embestida su padre, habían, en un tiempo, pagado de sus nietecillos. él iba termiá peso de oro. Más adelante, movido nar su vida, estéril. miserablemente, por un afán de estudios psicológicos, sin que de ella quedase en el mundo una Román había ido entrando, sin temor, estela viviente y fructífera. y sin en la vida de Lidia y de los suyos, sehaber alcanzado ninguno de sus ideaguro de poderse desprender de ella les. cuando se le antojara. Le interesaba ¡Y los caudales de sus antepasados toda aquella gente que vivía libre, inquedarían en manos extrañas. su dependientemente en la lujosa casa que obra intelectual él no la vería realizada! él, entonces, amante de Lídia, sostenía la libertad soñada para la amada pagozando con todos de placentera comutria, ni él, ni ninguno de los suyos, car nidad.
ne de su carne y sangre de su sangre, El marido de ella, tipo tranquilo y la gozarían ¡Pobre, Román! Aca poco molesto, especie de degenerado baba su existencia cuando la de tantos filósofo, que había hallado en el camiotros era más fecunda. penso enton no de su existencia, más que modesta, ces en el vecino; en el padre de aque un buen pasar gracias a la belleza y al llos pequeñuelos tan bonitos, tan alegres; talento de su mujer se deleitaba bonaen aquel hombre joven como él burgues chonamente sin angustias, ni otra preoesposado, esclavo, de quien él, Román, cupación que la de no estorbar; antes tantas veces se había condolido, raiz al contrario, se hallaba siempre dispuesde su conocimiento, cuando había veni to a prestar sus servicios cuando se credo habitar la casita en que le tenia yesen necesarios. Los hijos, hombres postrado su cruel dolencia. la vida de más edad que Román, aceptaban code aquel hombre, menos libre que él, se mo la cosa más natural del mundo, viría fecunda y robusta en frutos de vir aquella manera, puesto que amor de carnes frescas y sanas, en los ca habían conocido otra.
opulentos flancos de la esposa madre, Muchas veces la madre de Román, en la risa venturosa de la viejecita queri sabedora del collage fatal en que vivía su da, orgullosa con su renovada materni hijo, habia intentado librarle de él por dad. Con qué amargura vinieron a la memoria del enfermo aquellas palabras todos los medios: pero era en balde. Gran artista del vicio, que había aprendido de su madre. Hijo mío. por qué no te de cien maestros, Lidia triunfaba siemcasas? Cuando yo te falte. quién te va pre, y de dia en dia iba haciendo más a cuidar?
suya aquella juventud llena de savia, en Al hablar así no pensaba la madre, cuyos labios ardientes, los de ella, que no, en su propia vejez, yerma y solita la destreza de Mesalina no dejaba aparia: pensaba más allá de ella; después recer marchitos, bebían y vertían de su muerte, en el desamparo que es grandes sorbos los goces del amor. peraba al hijo de sus entrañas. Enton fueron pasando los años; y si bien en el ces Román se reía de los temores de su fondo del alma de Román vivían aún 3245
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