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Cuarenta y dos caciques rendimosle homenajes se le ofrendaron vírgenes inciensos de nopal, los suinos sacerdotes, ornados con tatuajes, alzáronle epinicios, en pie, bajo el palmar.
El vió desde su altura al inca y al azteca loarlo en són de gracias allá en la plantación, y el gesto de la momia de piel rugosa y seca burlándose del tiempo y el tiempo en su labor.
Un beso de topacio acarició la tierra en tanto que el cacique mostraba su altivez; doráronse las cumbres y el flanco de la sierra, las nieves del Pichincha y el Popocatepetl.
Agitaron sus palmas las colombinas zonas y nunca fué tan diáfano el domo de zafir; detuvose en su lecho el túrgido Amazonas y el Niagara del Norte habló al Mississipí. Doremos nuestras crines para salvar el monte, para cruzar el llano, para llegar al mar, con esa lumbre de ámbar que argenta el horizonte y se desgrana en gemas encima del gramal. continuó su marcha en su radioso carro el Júpiter del Inca por el imperio azul: y por su faz adusta pasar sintió Pizarro el ala de jacinto de un águila de luz, Lisimaco Chavarria 3277
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