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3828 PÁGINAS ILUSTRADAS La muerte de Aquileo Mi querido Próspero. Reclamo, con la exigencia de una ocasión amarga, las páginas de su revista; sean las que fueren. No son para mí; son para Aquileo, para el poeta de Costa Rica muerto en España sin ver el cielo de su patria, sin recibir el beso amoroso, siempre santo, sagrado, solemne en el trance, de la esposa infeliz y de los hijos huérfanos.
Quien conozca Barcelona, sabe dónde está Monjuich; el legendario Monjuich, que si en su cresta asienta la fortaleza un dia formidable y temida, en sus faldas mantiene, de un lado frondas y vergeles, del otro, de cara al mar, aquel camposanto, no triste, pero si melancólico, donde el orgullo y la vanidad, que el arte ha hecho suyos, levantan suntuosidades y grandezas, quitando al recinto la tétrica repulsión para darle el color de la augusta tristeza.
Pues en ese camposanto, en lo más alto de él, mirando al Mediterráneo, en modesta, pero decorosa sepultura, reposan los mortales despojos del cantor de Costa Rica, del popular Aquileo, del genial autor de Concherias.
Mirando al Mediterráneo! Al mar de la Poesía, al mar azul por excelencia, que baña las históricas grandezas de la Grecia, las fantasias del arte italiano, las melancolías de nuestra Bética y las paradisíacas bellezas baleares. Del mar quien tantos cantaron y al que hubiera cantado también el pobre poeta, enfermo y todo, si llegara conocerlo; pero no llegó Si el espíritu del llorado amigo flota aún al rededor de su tumba. cómo querrá volar allá, al otro lado de la inmensidad que se extiende a sus pies, para llevar el último hálito de vida la patria querida, la familia amada. Pobre Aquileo. Triste privilegio ha sido el mío!
Viejo gruñón me llamaba; si, viejo gruñón, porque guiado al principio por el presentimiento, por la seguridad luego, trataba de desviar, y muchas veces lo alcancé, aquella imaginación, de deseos podian ser realidad.
Desde el 20 de noviembre, en cuya noche recibí vo, casi simultáneamente, el telegrama en que me anunciaba su salida de París y la tarjeta diciéndome que ya estaba en el hotel, hasta el 11 de marzo, en que espiró, sólo por imposibilidad física por dolencia en mi familia, dejé de verle algún día.
Cuando ya postrado por su primera recaída, resolví trasladarle a la casa de salud en que ha muerto, el salió del hotel y así lo dijo durante el trayecto con la más viva esperanza; pero yo. yo llevaba muy arraigado aquel presentimiento.
y ansias que no

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