Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
3864 PÁGINAS ILUSTRADAS Cosas de antaño Para Páginas Ilustrades No es por que ya tenga recorrida más de la mitad del camino de la vida por lo que me detenga muy a menudo mirar hacia atrás, ahondando con cariño en el revuelto mar del pasado; no es que crea con el poeta que el tiempo pasado fué mejor; es que desde niño siento gratísimas fruiciones con muchas de las cosas que fueron; lo que me explico en mucha parte por las siguientes circunstancias: Contaba apenas ocho años, y para mí no había placer igual, cuando los sábados las 12 nos despecii el maestro con un «hasta el lunes. como correr a la casita de unas tias abuelas ya casi ochentonas, pero que eran uno de los encantos de mi niñez, ya por lo benévolas y solicitas con sus sobrinos nietos, como por esa ideal hermosura de aquellas ancianas que cuidaban de su persona y de sus hábitos en general con esa coquetería relativa de sus pristinos tiempos y de gentes bien nacidas, aunando todo ello su perfecta ecuanimidad de espíritu.
Aun me parece verlas altas y erectas pesar de sus años, vestidas con batas de zaraza de colores claros siempre, resplandecientes por lo limpias, con sus cabellos blancos como la nieve y aun abundantes y sedosos, y recogidos con toquillas de lino que competían con ellos por su candida blancura; y todavia siento aquella inefable sensación que me extasiaba al ver sus plácidas y venerables fisonomías animadas por sus ojillos azules cuasi infantiles que sonreían al acogerme en su regazo cuando llegaba a ellas como buracin recibir los premios de la semana.
Todo en aquella casita brillaba por el crden, la pulcritud y aseo más rigurosos. Como entonces, y al reconcentrar mis recuerdos, lo veo todo, y siento ese clor de ropa limpia mezclado con el grato de las mal vas y la albahaca que mis buenas tías y la mulata que las servia desde niîia, echaban entre la ropa blanca guardada en arcones de cedro, lustrosos por el uso y la acción del tiempo. Qué tranquilidad, que pureza se respiraba en esa modesta mansión!
Era para mí una delicia arrellanarme en uno de esos antiguos sillones de vaqueta color de cacao y enchapados con tachuelas afiligranadas que brillaban como la plata, y cubiertos con muelles y vistosas azaleas y pellones que jamis he vuelto a ver. Allí saboreaba el espumoso y arondtico chocolate de Jirón, servido en tacitas de coca labradas y guarnecidas de plata; alli contaba las conchas, botones y medallas y demás fruslerías que mis abuelitas habian juntado en la semana para su nieto; alli echaba mis sueños arrullado por las deliciosas narraciones del tiempo viejo. 11
Este documento no posee notas.