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3878 PÁGINAS ILUSTRADAS dicha; mas aunque no pueda por más tiempo ser tu compañera en la vida fisica, mi espiritu, cual genio tutelar, te rodeará hasta que nos volvamos reunir alla arriba. Al concluir estas frases, cayó desvanecida y pronto le sobrevino una muerte tranquila. Eran las nueve de la noche.
Lo que Sellner sufrió es indecible. Enfermó seriamente de pesar; y cuando al cabo de algunas semanas entró en convalecencia, ya el vigor de la juventud parecía haberle abandonado; dominábale honda tristeza y fué desmejorando de dia en día. la desesperación del principio habia sucedido la tristeza, y un tranquilo dolor santificaba el recuerdo de la esposa amada. La habitación de Luisa permanecia en el mismo estado de antes, por voluntad de Sellner. Sobre la mesa de costura veían aún los útiles de trabajo, y el harpa hallábase en un rincón, tal como su dueña la dejara.
Todas las tardis dirigiase él ese santuario de su amor, tomaba la flauta, acercábase la ventana y arrancaba al instrumento melancólicas notas en que condensaba su afecto la recordada ausente. Una vez encontrábase absorbido en sus fantasías, en el cuarto de Luisa; la luz de la luna penetraba por la abierta ventana, y en la torre del vecino castillo dieron las nueve de la noche. Percibieronse la sazón los sonidos del harpa, cual si fuese pulsada por manos invisibles. Profundamente sorprendido, cesó de tocar la flauta, cesando también al punto de resonar el otro instrumento. Repuesto un tanto, principió ejecutar la pieza favorita de su esposa, y en seguida oyose la música del harpa, cada vez con mayor fuerza, mezclándose sus vibraciones con las de la flauta, en inspirada armonia. En un arrebato de pasión, dirigióse Sellner con los brazos abiertos hacia el punto donde suponía hallarse la amada sombra para estrecharla contra su pecho, y al instante se sintió acariciado como por soplo primaveral y una brillante luz se alzó sobre su cabeza. Temblando de emoción, excla:no. Te reconozco, bendita sombra de mi esposa! Me prometiste rcdearme con tu amor y has cumplido tu palabra; he sentido tu aliento y el contacto de tus labios sobre los mios, y percibo que me penetran los efluvios de tu cuerpo etéreo.
Radiante de felicidad, tomó de nuevo la flauta, y el harpa otra vez dejó oir sus melodicsos acordes, que paulatinamente fueron debilitándose hasta concluir en dulce y lejano rumor.
Con la fuerte sacudida nerviosa que esta tarde sufrió Sellner, toda su energia moral se desvaneció. Inquieto, arrojóse sobre su lecho y través de sus ardorosos ensueños oia continuamente los sonidos del harpa. Despertóse tarde y quebrantado por lo ocurrido la noche anterior.
Todo su ser era presa de viva agitación, que presagiaba inminente crisis de fatal resultado.
Con marcada impaciencia esperó la noche en el cuarto de Luisa, donde se traslado desde temprano. Dulcemente mecido en los ensueños
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