Guardar

PAGINAS ILUSTRADAS Resonancias del terruño.
por Ramón Quesada.
bio Ultimos días de Cartago el los ben Re 100 ido ili نانة ha XA. Que amanecer tan memorable rate Trador el del de mayo! La cura que es siempre un espectáculo sonriente, ne parecia entonces und lux funeraria alum.
brando los despojos de la muerte. Aquella Cristisima albosada me produjo una impre.
sion mil veces peor que la del terremoto mismo, que al fin y al cabo nos había dejado todos semi inconscientes para po.
dernos dar una idea clara de lo sucedido.
Llegue por fin al centro de la hermosa avenida central frente la Botica de Prie.
solo descubri an horizonte de ruinas antontonadas ungs sobre otras. multitud de personas, que iban y venían con febril actividad o escarbaban con diligencia en tre aquellos fragmentos de la ciudad mar.
tirizada. Distinguidas marronas. bellas se.
Doritas, campesinas humildes. casi todas con los vestidos cubiertos de lodo, se abra.
xaban con efusión, se comunicaban sus impresiones y daban rienda suelta sus lamontos y sus ingrimas, en foma tan conmovedora que hasta los extraños, que comienzaban llegar de afuera. se queda ban atónitos y dejaban asomar el llano a sus ojos. En medio de tanta tristeza sentia uno verdadera alegria cuando volvia a encontrar vivos a la mater parte de sus semejantes, aunque antes le hubiesen sido indiferentes. si vi reconciliarse en la des gincia personas que por mucho tiempo no se habian cruzado una palabra, deponer sus odios mutuos y tratarse fraternalmente.
Segui caminando y cuando me acerque a mi casa yanada ne sorprendió, pero si me quedé estupefacto al reconocer los si tios en que nos hablamos salvado mila grosimente todos los de oni hogar. Los departamentos contignos a la calle, con excepción de mi oficina, colocados de EsTe Oeste. habian caido completamente al Sur: el resto de las habitaciones queda ba en pie, pero en un estado ruinoso. De ni modesto ajuar sólo asomabao algunos muebles rotos, por entre el hacinamiento de canas, maderas, tejas y terrones, por todas partes mis papeles dispersas. y las gallinas picoteando libremente en lo que antes fuera sila dormitorio. Toda la vajilla objetos de comedor, que estaban un poco. la vista, habían sido va sustrai dos por manos criminales. Igual cosa suicedió más tarde con algunas alhajas de mi esposa y otras prendas bien conocidas. rio revuelto.
Pude conseguir un poco de leche ci liente que levar mi familia, y conti.
nuación me eché andar por todos lados en busca de algunas provisiones con que calmar el hambre, particularmente de los niños. Dificilmente se conseguiu algu.
nas galletas y golosinas en aquellos establecimientos que ro habian caido del todo: los dueños de carnicerias repartian entre los primeros que llegaban, la existencia que tenian para la venta, y que se pudo sacar sin mucho trabajo en algunas partes.
Cuando más tarde llegó el primer coche de San José con algunos sacos de pan.
multitud de personas de rodas clases y condiciones pugnaban por obtener siquieTa uu bollo. De nada le valia nadie traer dinero, porque no habia que comprar quién vendiera. aquellos fueron mo mentos en que el espírita caritativo res plavdeció por modo admirable, aun entre los mismos damnificados, que procuraban socorrerse mutuamente con lo poco de que cada cual disponia.
Nadie mencionaba sus perdidas mate riales; y objetos de valor eran mirados con indiferencia por sus dueños, que tenían el pensamiento fijo en el propio dolor o en el ajeno por las irreparables perdidas de vidas, que ha sido lo mis conmovedor de esta tragedia.
El primer entierro con que me encontre en la calle, como las seis de la mañana.
fue el del apreciable padre de familia don Jesús Pacheco Cabezas. En seguida pasaba otro, y luego otro, en hombros de los deudos o amigos, y después. una funeral procesión en que los coches y carretas no Se daban tregua, como tampoco sc la daba lambulancia en el acarreo de heridos y quebrados al kiosko central.
la

    Notas

    Este documento no posee notas.