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PÁGINAS ILUSTRADAS frances dedicaMarutal Griego. Yo creo, contestó el marido, que Helena nació para vivir tranquila, rodeada de su esposo y de sus hijos. Hay ma contradicción visible entre su carácter y su destino. La desgracia fué que conociera mi hermano Paris, el más peligroso y seductor de todos los hombres; pero Venus lo quiso asi y no dudo que ella es también quien la mantiene estéril para conservar su belleza, de modo que en su gloria va su penitencia. Después de todo. Amigo mío, replicó Andrómaca, ten cuidado, la defiendes quizás demasiado y para ello te pierdes en divagaciones.
sa simpatia, ne inspira es encadenó la Una tarde que paseaba por las cercanías de las puertas esceas se encontro con Andromaca.
Helena, intimidada, pasó respetuosamente frente a la esposa de Héctor y ésta, erguida la cabeza, apenas si le dirigió una mirada glacial. Helena regresó su casa sin poder contener el llanto. pesar de la brevedad con que la observo, Andromaca pudo fijarse en la armonia de toda su toilelle y en un lindo y extraño bordado que adornaba su túnica; por la noche le dijo a Héctor. Esa mujer ser quien es, pero que tiene gusto, hay que confesarlo.
Lo supo Helena y le envió una de las camareras de la virtuosa princesa el modelo del bordado que ésta habia admirado y algunos consejos acerca de la confección de los trajes, mantos y accesorios Andromaca dió licencia sus mo.
distas para que reco.
gieran tales indicacio.
nes y ejecutaran el bor.
dado, y algunos dias después apareció en el paseo ostentando este extraño adorno, mien.
tras que Helena, en la misma tarde, se presen.
to con un traje de su ma sencillez. Así, y por esta vez, aquélla vio sin malevolencia la compañera de Paris. entre Anincuenta ca construidas asento a los eres, irtado pabe Paris y caen cuando in el parque Era sencilla, d:1, se extra ntura y con ía la vo.
convicción y del sorti ſa le servia 11 comenta labras des rgo, cducilarta, sufria situación y lad que le e la buena rido vencer de modes الملل En otra ocasión, una sirviente de Helena trajo para Astyanax un magnifico juguete: um carrito de plata del cual tiraban dos caballos de madera de cedro, con arneses de oro.
El niño, encantado, aplaudia de contento y la madre, quien aquello contrariaba, pensaba devolver el regalo: pero Astyanax rompió llorar y Héctor intervi no asi: Con devolver el juguete se consigue afligir al muchachito y ofender sin razón una mujer, que habrá co.
nuetido sus faltas, pero que te admira, te respeta y que honra la virtud, ya que ella no la supo observar. Guardemos este objeto, eso no importa, ya que no debes temer que la amistad de Helena sea peligrosa para un niño de diez y ocho meses. aña dió con tono más bajo: tampoco debes tener recelo por tu marido; ella no es coqueta y tú eres tan linda como Helena. De un tiempo para acái te sabes arreglar mucho mejor que antes, lo que me satisface muchu.
Andromaca, lisonjeada por tales palabras, no explicó de qué modo se había perfeccionado en el arreglo de su toilette.
io ir en ro.
endarle un nel regazo de la ciu, ar parte en Otro dia Helena, en los jardines del rey, se encontro con el niño Astyanax en brazos de su nodriza y pidió amablemente. In mujer permiso para besar al hijo del más bravo de los hombres y de la más digna de las damas. El niño, viéndola tan bella, le sonrió y con un gorjeo de cariño pasó sus mane.
citas por la deliciosa cara de la espartana. Qué lástima, murmuró ella, que yo no pueda tener un lindo muchachito, como éste; los dioses me han negado esta gracia, y al decirlo se le hiu.
medecieron los ojos. su edad, muy bien puede esperarlo, contesto complaciente la nodriza. Ay no volvió decir Helena, mucho temo que los dioses hayan castigado mi seno con la esterilidad y de todos los indicios de su colera, és te es el que más me mortifica. La niñera refirió la escena su señora en presencia de Héctor. Hay que convenir, dijo Andromaca, que esa mujer guarda un algunos buenos sentimientos.
la religión mpañero y 2na. Qui tiguo país, nos refina lujo que Cuando Paris, salvado por Venus de las manos de Menelao, entró confuso en su palacio, perseguido por las imprecaciones de su hermano, exclamó Helena, mientras deshacia con gracia su peinado: Aht yo soy una criatura infortunadai Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica

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