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Saludo del Santo Padre a los indios de Oaxaca y Chiapas (29 de enero 1979)
Amadísimos hermanos indígenas y campesinos: Os saludo con alegría y agradezco vuestra presencia entusiasta y las palabras Ellos sabían muy bien cuán importante es la cultura como vehículo para de blenvenida que me habéis dirigido. No encuentro mejor saludo, para expre transmisir la fe, para que los hombres progresen en el conocimiento de Dios.
saros los sentimientos que ahora embargan mi corazón, que la frase de San En esto no puede haber distinción de razas ni de culturas, no hay griego ni Pedro, el primer Papa de la Iglesia: Paz a vosotros los que estáis en Cristo. judío. ni esclavo ni libre, sino que Cristo es todo en todos. cf. Col. 3, 11. Paz a vosotros, que formáis un grupo tan numeroso.
Esto constituye un desafío y un estímulo para la Iglesia, ya que, siendo fiel al mensaje genuino y total del Señor, ha de abrirse e interpretar toda realidad huTambién vosotros, habitantes de Oaxaca, de Chiapas, de Cuilapan y los ve mana para impregnarla de la fuerza dal evangelio (cf. Evangelli nuntiandi, nn.
nidos de tantas otras partes, herederos de la sangre y de la cultura de vuestros 20, 40. nobles antepasados sobre todo los mixtecas y los zapotecasm, fuisteis lamados a ser santos, con todos aquellos que invocan el nombre de nuestro Se Amadísimos hermanos: mi presencia entre vosotros quiere ser un signo vivo for Jesucristo (1 Cor 1, y fehaciente de esta preocupación universal de la Iglesia. El Papa y la Iglesia están con vosotros y os aman, aman vuestras personas, vuestra cultura, vuestras El Hijo de Dios habitó entre nosotros para hacer hijos de Dios a aquellos tradiciones; admiran vuestro maravilloso pasado, os allentan en el presente y que creen en su nombre (cf. Jn. 11. y confió a la Iglesia la continuación de esperan tanto para en adelante, esta misión salvadora allí donde haya hombres. Nada tiene pues de extrañar que un día, en el ya lejano siglo XVI, llegaron aquí por fidelidad a la Iglesia, mi Pero no sólo de eso os quiero hablar. través de vosotros, campesinos e sloneros intrépidos, deseosos de asimilar vuestro estilo de vida y costumbres indígenas, aparece ante mis ojos esa muchedumbre inmensa del mundo para revelar mejor y dar expresión viva a la imagen de Cristo. Vaya nuestro re agrícola, parte todavía prevalente en el continente latinoamericano y un sector cuerdo agradecido al primer Obispo de Oaxaca, Juan José López de Zárate y muy grande, aun hoy día, en nuestro planeta.
tantos misioneros franciscanos, dominicos, agustinos y jesuítas. hombres admirables por su fe y por su generosidad humana.
Ante ese espectáculo imponente que se refleja en mis pupilas, no puedo a menos de pensar en el idéntico cuadro que hace diez años contemplara mi Predecesor Pablo VI, en su memorable visita a Colombia y más concretamente en su encuentro con los campesinos. Con él quiero repetir. si fuera posible, con acento aún más fuerte en mi vozque el Papa actual quiere ser solidarlo con vuestra causa, que es la causa del Pueblo humilde, la de la gente pobre (Discurso a los campesinos, 23 agosto 1968. que el Papa está con esas masas de población casi siempre abandonadas en un innoble nivel de vida y a veces tratadas y explotadas duramente (ibidem. RE Haciendo mía la línea de mis Predecesores Juan XXIII y Pablo VI, así como del Concilio (cf. Mater et Magistra, Populorum Progessio, Gaudium et spes, 71, etc. y en vista de una situación que continúa siendo alarmante, muchas veces mejor y a veces aún peor, el Papa quiere ser vuestra voz, la voz de quien no puede hablar o de quien es silenciado, para ser conciencia de las conciencias, invitación a la acción, para recuperar el tiempo perdido, que es frecuentemente tiempo de sufrimientos prolongados y de esperanzas no satisfechas.
El mundo deprimido del campo, el trabajador que con su sudor riega también su desconsuelo, no puede esperar más a que se reconozca plena y eficazу mente su dignidad, no inferior a la de cualquier otro sector social. Tiene derecho a que se le respete, a que no se le prive. con maniobras que a veces equivalen a verdaderos despojos de lo poco que tiene; a que no se impida su aspiración a ser parte en su propia elevación. Tiene dereho a que se le quiten barreras de explotación, hechas frecuentemente de egoísmos intolerables y contra los que se estrellan sus mejores esfuerzos de promoción. Tiene derecho a la ayuda eficaz. que no es limosna ni migajas de justicia para que tenga acceso al desarrollo que su dignidad de hombre y de hijo de Dios mereсе.
Para ellos, hay que actuar pronto y en profundidad. Hay que poner en práctica transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender sin esperar más reformas urgentes (Populorum Progressio, 32. No puede olvidarse que las medidas a tomar han de ser adecuadas. La iglesia defiende, sí, al legitimno derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinación general que Dios le ha dado. si el bien común lo exige, no hay que dudar ante la misma expropiación, hecha en la debida forma (Populorum Progressio, 24. El mundo agrícola tiene una gran importancia y una gran dignidad; él es el

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