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2 EL IDEAL bilidad había perdido la razón, estaba trastornada. Dios mío! grité horrorizado. Dónde está tu justicia? sollozando abrí los brazos para recibir en ellos a mi idolatrado hijo que acababa de entrar en el fúnebre aposento. Papá, me decía llorando cómo sigue mamasita. Verdad que está mejor. Sí, hijo mío, sí, está mejor le decía yo tratando en vano de ocultar mis lágrimas.
Se oyó en ésto otra carcajada no menos estridente. Papá! gritó mi hijo. Hijo mío! exclamé yo. y apretándole contra mi pecho, no llores, no es nada, le dije. Déjame abrazar a mamá. No hijo; quédate aquí con tu padre y con tu hermano. Por qué papa? Si está muy contenta; no oyes cómo se ríe? saltando de mis brazos, imamá mía. exclamó. Hijo mío! gritó mi esposa incorporándose en el lecho y desplomándose seguidamente, abatida por este CANONIGO DON ROSENDO DE VALENCIANO esfuerzo.
Espiritu batallador y progresista, obrero infatigable de la idea, con cuya ayuda cuenta este periódico Reinó en la estancia un silencio que nadie se atrevía a interrumpir; comenzó entonces una vela silenciosa y trislos! Yo he muerto moralmente, he Hacia las once de la noche se ale. te; la enferma quiso hablar por vez muerto para el mundo, pero ellos en targó mi enferma; oyóse en esto el postrera para despedirse de los seres cambio están empezando a vivir y yo rodar de un coche; todos los corazones más queridos de su corazón, pero su debo procurarles la felicidad, he de palpitaban.
debilidad era tan grande y sus fuerzas buscarles una persona que los mime. Quién es? pregunté impaciente. decaían de tal modo, que sólo a y que los quiera como mi esposa los Es Carlos, me respondieron.
costa de un esfuerzo sobrehumano quería; acaso mi hermana haga con. Gracias Dios mío, mil veces gra logró articular algunas palabras. El ellos las veces de una madre, pero yo cias! exclamé, y al acercarme a mi doctor, inclinando hacia ella su caen cambio. podré encontrar otra Car esposa que acababa de abrir los ojos beza, le suplicó que callase. No se men como aquella. Oh Dios, qué an para decirle, ya está aquí tu Carlos, oía sino el tic tac continuo del reloj gel perdí a la muerte de mi esposa! infame! me gritó con las uñas crispa. cuyas agujas marcaban las doce me Nunca podré querer a otra mujer por das y los ojos que se le salían de las nos quince minutos. Yo no aparta.
que no encontrare jamás sér alguno órbitas, infame, no me has querido ba la mirada del doctor, era mi única más bello ni más sublime que aquel. traer a Carlos, quieres negarme a mi barquilla de salvación; además, es tan. Pobre Carmen mía! Aún recuerdo hijo, y amenazante quería salirse de costoso para el ser humano renunciar que cuando ya iba a exhalar el último la cama.
a toda esperanza, que yo no me resig.
suspiro lloraba desesperada porque Aterrorizado, pálido, tembloroso naba a creer que todo hubiera termiCarlos, nuestro querido Carlos, estaba casi sin sentido, me dejé caer en un nado, de manera instintiva buscaba ausente.
sillón; los dos estábamos con fiebre: en su semblante alguna señal de sa Quiero verlo. decía, quiero de ella con la fiebre de la muerte, y yo tisfacción, o en su rostro algún rayo cirle adiós, y presumo que no lo veré. con la fiebre de la desesperación de ilusoria esperanza, pero él permaYo. me contentaba con llorar, Pronto sin embargo recobré mi sannecía inmóvil, grave y sombrío, sin y entonces ella trataba cariñosamente gre fría y acercándome a mi esposa: que ningún resplandor iluminase su de consolarme, y cuando dulcemente. Hija mía, la dije aquí está tu semblante impasible, ni rayo alguno me decía, no llores, no estés triste por Carlos.
de esperanza viniese a desdoblar las que yo voy a gozar, voy a ser feliz y En efecto, acelerados pasos oíanse arrugas de su cenuda frente.
desde el cielo velaré por tí y por mis en la escalera.
No es posible describir la angustia hijos, yo volvía la cara y ahogaba los. Carlos? respondió glacialmente y el dolor que oprimían mi corazón.
sollozos en mi garganta. Tenía su mi moribunda esposa. y qué viene Quien en una noche terrible y supremano entre las mías, y cada vez la a hacer? Já, já, já.
ma como aquella noche haya velado a notaba más y más fría: un frio espan. Pobre! Ai acceso anterior había se su hija, a su madre o a su esposa, comtoso, terrible, el frío de la muerte se guido otro no menos terrible.
prenderá lo que yo no sabría explicarapoderaba de mi pobre Carmen. Carmen, a causa de su extrema de le; y aquellos a quienes su buena for Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.