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LA REPUBLICA, Jueves 24 de noviembre de 1977 Claridad o sombra en la aurora o Disparate Lilia Ramos después en mi, luego otra vez en el choto. Inició la acometida, y se detuvo, mirándolo nuevamente. Me hizo, sin palabras, la más acabada historia del rencor en la impotencia. Yo era su odio, que la llamaba provocativo; el hijuelo era su amor, que la estaba deteniendo. No podía dejar al hijo: por eso no me mataba. me ensalaba la muerte con las puntas agudísimas de sus astas de marfil con vetas negras de bruñido azabache reluciente.
Pero yo estaba tranquilo. Por entonces, yo sabía que el amor siempre es más fuerte que el odio. La vaca, que estaba echada, dio un inmenso resoplido quejumbroso, y el chotillo nació sobre la escarcha del valle. Eran las cinco de una mañana de enero crudo; una mafiana cruel para los hombres, para los brutos, para los árboles. Todo mudo, todo helado, todo blanco. Se condensaba el aliento; el ambiente hería la piel.
La vaca se levantó de repente y olfateó con avidez el informe saquillo membranoso que yacía inmóvil sobre la sábana de hielo. Lamió, lamió con codicia, con prisa, con ahinco, con ansia de calentura. Se estremecia y no de frio, y con los ojos muy abiertos, relucientes, codiciosos, seguia lamiendo, lamiendo, prestando con el cálido aliento que salía como dos columnas de humo de las narices húmedas y dilatadas, calor suave, calor de madre, calor de fiebre creadora, calor de vida. delante de la tibia lengua áspera, cual si ésta fuera cincel de artista sublime, fue surgiendo poco a poco la bellísima cabeza de un becerrillo tembloroso, húmedo y bello, no de bronce, no de mármol, como obra fría del arte, sino de carne palpitante de sangre caliente, un pedazo de naturaleza viva para moverse en el mundo y alegrarlo. surgió el animalito enteramente a la vida, limpio, precioso, echado sobre la helada como estatuilla de oro sobre mármol, despertando en mi memoria vagas remembranzas bíblicas, de los tiempos de las locas dolatrias.
Me acerqué sugestionado. Viome la vaca y ante el supuesto peligro, se encampano embravecida. Temblo, gimió sordamente, clavó los ojos de acero en su idolo, Me acerqué más a la bestia enamorada, y vi en sus ojos la calentura magnífica de la triunfante maternidad.
El becerrillo se incorporó trabajosamente. Quería calor, quería vida, queria mamar leche tibia. Anduvo dos o tres pasos, vacilante, como un ebrio, y cayó al cabo. Tornó a levantarse, volvió a caer y otra vez se levantó. La madre, a cada caída, se precipitaba sobre él, lo alentaba, lo lamia, me miraba. al cabo, el recién nacido, tembloroso, haciendo equilibrios de borracho, se sostuvo, apoyándose en el vientre de la madre. alzando la preciosa cabecita, buscó la ubre con el húmedo hociquillo charolado. No podía dar con ella; la buscaba entre las manos de la madre y, apoyado siempre en ésta, siguió andando alrededor y dio, por fin, con la no aprendida fuente. La vaca, abriendo los pies traseros, se la entregó toda entera, blanca, rosada inmensa, henchida, pletórica. colgado de un pezón, el becerrillo dio tres golpes con el testuz a la ubre y se quedó inmóvil, como dormido, recibiendo con deleite el oculto chorro lácteo, caliente, rico, que poco a poco iba haciendo dilatarse los ijares, antes hundidos, del glotoncillo inconsciente.
Sentí ruido hacia el camino. Pasaban dos mujerucas arrebujadas en mantas viejas y montadas en dos borricos que iban pisando tímidamente el sendero, endurecido por la helada. Las conocí: eran de la aldea. Una de ellas llevaba algo escondido debajo de la manta. Dónde vais a estas horas y con este frio que hace. las pregunté sin acercarme al camino. lleval esti contrabando a la ciuda, seol, dijeron.
Es lo de esa perdia de Luteria, que ha despachado esta mesma noche y nos lo han dao pa llevalo ondi ya tiene quizá otros dos. cuidato si con esti frío que haci, no casca antis de llegal allá el infeliz. sono un llanto muy débil, que parecía lejano, de sonsonete uniforme, ronquito, con acentos de fatiga.
Me quedé como atontado. Pero. y la madre. dije a voces a las tiucas, que se alejaban. Tan campanti, seoll: tan campanti que se ha quedao sin el engorro de este infeliz, me gritaron ya desde lejos.
No supe dónde posar los ojos y los volví de repente hacia la vaca; no estaba ya donde antes. Iba muy lejos, internándose de prisa en la espersura del monte y mirando al hijo que trotaba junto a ella contento, triscador, con el estómago lleno, y sin frío. sin pizca de frio! entonces fue cuando yo puse en boca del niño que iba llorando este magnífico disparate. Ay. Ay. Quién fuera choto. Quién fuera choto!
Gabriel y Galán Marginal ¡No hay necesidad! Es muy clara la lección!
Tampoco la necesita la bella poesia Dos nidos. del mismo autor. Esos vientos!
Marco Retana nos llenan de nostalgias Son los vientos del norte. Los frescos alisios que se cuelan por la Palma y derraman olores de diciembre por la ciudad y los pueblos. Entonces volvemos a la niñez lejana, al tiempo de los papalotes y de los barriletes del alma. El verano de los chiquillos encaramados en el rojo de los jocoteros, o metidos desnudez ingenua en las pozas del Jorco, del Cañas o del Tiribi. Nombres evocadores de tantas cosas que dejamos perididas para siempre, este para siempre que aterroriza al tiempo. Este para siempre que no hallará un mañana, porque mañana es parte de la acumulación de los días. Esos vientos! vocación de Shelley, anhel de libertad, como cuando fuimos niños, y corríamos por los potreros, más veloces que la brisa, más felices que el aire, más ingenuos, más puros.
El viento trae perfumes. y se los lleva. Nos va llevando a poquitos. En cada vendabal, algo se va de nosotros. Se lleva nuestro olor, nuestra camisa, nuestros recuerdos y nuestras ansias. Detrás del viento se ve la mirada, como asustada de todo lo que perdimos. quisiéramos ir en su alcance.
Hoy amaneció lloviendo. Llovía con viento. Las gentes pasaban bajo el serio paraguas,. con caras de circunstancia; y algunos, envueltos en sus impermeables. Yo me puse la capa negra. Esa capa de años y distancias. Viento y lluvia eran ángeles del silencio. Las gentes se vuelven silenciosas bajo la lluvia y el viento. Nada se dice. El viento nos da en el rostro, y nos despierta. La lluvia cae por los tejados, y nos ensueña. Entonces pensamos que el año también se va, y que hemos vivido otro ciclo, y que ese tiempo se nos acumula en el cat entre el pecho, en los pliegues de la nostalgia. Nuestra mirada, más asustada aún, se pregunta si habrá más vientos, si podremos seguir sintiendo la brisa en nuestras manos, si Ipodremos seguir viviendo el olor de los geranios y de la tierra mojada; el calor de los vapores.
después de las lluvias del atardecer. Esos vientos! damos gracias por el instante.
Cristo y Fidel Hace pocos días, en una asamblea o coloquio entre los suyos, Fidel Castro se atrevió a hacer un paralelismo entre Cristo y él: los dos son revolucionarios, sólo que Dios se le adelantó. Cuando leí la información, casi digo una mala palabra, pero al estar involucrado el de arriba en el asunto, me contuve, porque esa comparación seria el peor sacrilegio, o el peor ultraje que podría cometer contra el Supremo, el amo de Cuba, si fuera cristiano. En verdad que Cristo fue y sigue siendo un revolucionario, entrentanto los hombres no practiquemos sus principios y recomendaciones. Pero hay mucha diferencia, entre cualquier revolucionario totalitario y un revolucionario al estilo de Dios, autor de las reglas morales de una doctrina para liberar al ser humano y no para encadenarlo. Para dignificarlo y hacer de él el fin único de la vida, y no para convertirlo en un burdo instrumento y esclavizarlo al servicio de un sistema político económico, LLLLLLL porque El predica el amor y la tolerancia, y a nadie obligó, ni obliga a seguirlo, ni a nadie compromete, por la fuerza, a ofrlo y ser su discípulo. No impone nada, ni nada exige. Predicó y explicó lo que debíamos ser, pero deja a cada uno decidir lo que quiere ser. Es cierto, Dios fue y continúa siendo un revolucionario, pero qué clase de revolucionario. Creador y defensor perenne de los derechos del prójimo, es que acaso, Fidel Castro pretende parecerse, también en esto a Cristo. cuando su régimen, como toda estructura comunista, como atea, es la antifrasis del hombre y de todos sus atributos. Cuando, al contrario de El, maestro de la libertad y fuente de nuestros valores, aquél arrebató la libertad a un pueblo y despojó a sus semejantes de todo lo digno de la especie. No le estoy quitando al fraile su liturgia del domingo. Es que, deveras, me repugna ese parangon.
Lic. Manuel Angel Castro López Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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