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La discusión del TLC empezó hace más de 12 años. Resulta irresponsable politizar algo de tan profundo interés para el país. El 17 de diciembre de 1993, la prensa publicó un artículo del suscrito titulado: "El TLC debe ser conocido". Es el que fue firmado como NAFTA, muy similar al actual CAFTA.
Uso este derecho de respuesta repitiendo lo que he dicho muchas veces. Empiezo recordando el siguiente criterio que evidencia que Estados Unidos sí se defiende, no se entrega: “Es importante para nuestra nación construir: cultivar alimentos, ali- mentar a nuestra población. ¿Pueden Uds. imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones internacionales. Sería una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura norteamericana, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional”. Este sólido y veraz concepto fue expresado por el actual presidente de EE. UU., el 27 de julio del 2001. Comparto estas ideas sobre la producción de alimentos del presidente Bush y veo cómo las cumplen en EE. UU. Ellos ponen subsidios sin plazo a su favor, y a nosotros nos obligan a quitar toda protección a nuestros productores a plazo fijo.
Sesgada obligación. Lo que además rechazo de plano es que nos nieguen el derecho a producir lo que nuestra población necesita y nos presionen a cultivar flores, frutas y postres, sujetos a una competencia arrolladora con todos los países de Centroamérica y el Caribe y de otras partes del mundo que puedan producir lo mismo para ser exportado a EE. UU. Esos países, en muchos casos, pagan muy bajos salarios y en ellos nunca ha importado la suerte de los trabajadores ni de los agricultores. Bush quiere que su país produzca lo que se come, pero nos quiere obligar, a través de subsidios y de que eliminemos impuestos de aduana, a que traigamos lo que Costa Rica consume. La nación poderosa otorga subsidios a su producción y exportación, Costa Rica abre sus fronteras arancelarias y se convierte en importadora creciente de lo que su pueblo come.
Quienes estamos en contra del TLC, seguimos las opiniones y orientaciones de las personas y grupos interesados en la suerte de las mayorías.
Como empresario, que lo he sido toda mi vida, sé que muchos colegas también están opuestos al TLC porque ven más allá de los intereses propios y, siguiendo las lecciones de Cristo y la tradición costarricense, miran la paz y la solidaridad como norma de acción y de vida propia y la desean para todos. En nuestro desarrollo económico y social hemos pretendido que estos dos caminos vayan paralelos y, tan unidos, que puedan parecer uno solo.
Justicia social. Durante muchas décadas, los costarricenses hemos establecido medidas de justicia social: educación pública gratuita; reglamentación del trabajo en jornadas semanales con salarios crecientes (Código de Trabajo); salud pública para todos (CCSS, maternidad), leyes de pensiones de vida, de incapacidad, de muerte, riesgos del trabajo; desarrollos de vivienda popular (INVU); indemnización por la pérdida de estos bienes (INS); leyes de repartición de parcelas para el cultivo y desarrollo agrícola (IDA); seguridad en los precios de los productos agrícolas (CNP); energía eléctrica y comunicaciones por parte de una empresa que es orgullo nacional, el ICE, producto de nuestros técnicos, que nos ha permitido contar con servicios sin caer en manos de los monumentales monopolios que dominan estos mercados en el planeta.
No todas nuestras entidades trabajan de la mejor forma, pero sin duda son conquistas que Costa Rica ha ido consolidando en la segunda mitad del siglo XX y, a la vez, lo que nos ha ido diferenciando de nuestros hermanos centroamericanos. Si queremos ayudarles, lo ideal sería darles la mano para que ellos también alcan- cen el nivel de desarrollo social que tenemos los costarricenses y que no sea lo contrario: que no nos centroamericanicen, que no nos rebajen en nuestro camino hacia el desarrollo social; deberíamos luchar todos juntos por mejorar las condiciones sociales del área, y no que se nos ponga a competir entre nosotros con mano de obra barata y con salarios reducidos para hacerlo.
Aquí me detengo; las más de 2.560 páginas del TLC deben ser comentadas de manera seria y respetuosa, jamás politiquera, y en este caso muy especial con mayor razón por ser motivado el comentario por lo que escribe una dama.
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