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Ya desde mediados del siglo pasado, cuando no se conocía la causa de la desnutrición ni de las diarreas, a no ser la existencia de shigelas y salmonelas, además de los gusanos y amebas, se malinterpretó también la migración hacia el exterior de las lombrices como la "causa" de la desnutrición y hasta de la mortalidad infantil.
Fue el eminente pediatra guatemalteco Moisés Béhar quien demostró que se trataba de “migración post agónica” de los vermes como consecuencia del enfriamiento progresivo de los cuerpos desnutridos, por el cual los helmintos trataban de salir por la nariz, boca, ano, y también quedarse perdidos en el camino por sitios como las vías biliares, los pulmones y otros órganos, generándose cuadros terribles y frecuentemente mortales.
Los rotavirus. Hoy sabemos que eso no es así. La desnutrición eventualmente quedó bien caracterizada en la década de 1950 a 1960, la causa de las diarreas infantiles en las décadas de 1960 y 1970 (y en esto tuvimos mucho que contribuir en Guatemala desde el INCAP y en Costa Rica desde el INISA). Los rotavirus apenas emergieron en la década de 1970 y los reconocieron en Costa Rica Francisco Hernández, Alberto Simhon y quien esto escribe; con los Campylobacter hicimos lo propio María del Mar Gamboa y nosotros en el INISA, y con el Cryptosporidium, en la década de 1980, Tzypori en Melbourne y nosotros en el INISA.
Volviendo a los vermes intestinales, son y seguirán siendo importantes hasta tanto existan viviendas donde las heces no sean confinadas a un sitio seguro (inodoro, letrina), en tanto persistan las deficiencias en la educación, la higiene, etc.
Confirmación estadística. Pero no hay que ser pesimista pues Costa Rica persiste como uno de los países más adelantados en ese sentido. Veamos los resultados de las últimas encuestas de hogares (INEC). Por ejemplo, en el 2005, Costa Rica tenía 1.114.210 viviendas y de ellas solo 462 carecían de inodoro, tanque séptico o letrina. Excelente, solo en cuatro de cada 10.000 viviendas habría que ir al solar o al patio o al potrero a defecar. Lo más probable, sin embargo, es que en esas familias, sus habitantes pidan prestado el servicio en casas vecinas.
Pero sí hay fecalismo, sí hay familias desposeídas, principalmente de inmigrantes, de drogadictos, de indigentes, de personas en lo más privado de la sociedad, y ahí debieran enfocarse las acciones, como creo que se está haciendo.
Sugiero, como corolario, que se revise el proceso de investigación de estos casos, poniendo énfasis en el diagnóstico microbiológico, caracterización nutricional, situación de la familia, antecedentes epidemiológicos y patología social.
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