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Vida en la empresa: El simbólico guayacán

Todavía es controversial. Su surco es largo y profundo. Mítico por la forma como irrumpió en la vida pública. Tal vez es el último político costarricense mítico pues los de ahora más bien son mediáticos. Don Pepe fue un clamor antes de ser un personaje.
La primera vez que lo vi fue en el desfile de la victoria. Pero muchas veces antes escuché pronunciar su nombre con esperanza.
Sacudió al país con un nuevo estilo de gobierno, esperanzado en la posibiliades de la tecnocracia. Keynesiano y socialdemócrata en los cincuentas.
Aportó a Costa Rica visión e ideales. Algunos irrealizables pero inspiradores. Creyó en sus sueños. Vivió sus retos a plenitud.
Marcado por la paradoja y hasta por la contradicción. Su crianza catalana en San Ramón de principios del siglo XX - como dijo alguna vez: "Pienso en inglés, hablo en español, rezo en catalán"-.
Hombre sencillo que aspiró a grandes cosas. Agricultor modesto que llegó a tener significado internacional. Hombre pacífico envuelto en eventos bélicos. Empresario creativo pero no eficaz. En el cementerio de La Lucha conmueve la sencillez de su reposo.
Lo veo en “Palabras Gastadas” que guardaba mi padre por ahí. En las “Cartas a un ciudadano” que leí con entusiasmo cuando era jovencito. En los “Cubaces tiernos en abril” –tierno el libro como los cubaces- .
Y cómo olvidar cuando explicó al Departamento de Estado por qué habían escupido a Nixon en Latinoamérica.
También lo veo marchar con don Rodrigo Facio a una cacería de cerebros y volver con el Dr. Láscaris y otros. Lo veo cantando en catalán con Pablo Casals, según hermosa narración de Fernando Durán. Cumplió plenamente con la promesa, a pesar del choteo de la mitad de Costa Rica.

  • POR Álvaro Cedeño
  • Economía
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