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La ruta de Brasil

Brasil ha sabido soportar los embates de la crisis con mayor fortaleza. Las políticas económicas de Costa Rica guardan cierta similitud con las de Brasil. Enfrentamos, al igual que Brasil, retos ineludibles: control del gasto público, educación, infraestructura y otros.

En el diálogo Norte-Sur de la década de los ochentas nos acostumbramos a pensar que los países ubicados al norte del ecuador siempre marcaban la ruta por seguir en el arduo proceso de desarrollo, y los ubicados al sur deberíamos imitarlos. Hoy, sin embargo, las cosas han cambiado.
Mientras que los países en el hemisferio norte enfrentan serias vicisitudes económicas y financieras, y debaten arduamente cómo superar la crisis, varios países sureños del Asia y Latinoamérica, especialmente Brasil, han podido resistir los embates con mayor fortaleza y probablemente saldrán más rápidamente adelante, gracias al camino andado en las dos últimas décadas. A Costa Rica le conviene observar detenidamente esos pasos firmes en pos del desarrollo y evitar sus debilidades para superar más rápidamente la crisis y retomar la senda del crecimiento con igualdad.
A pesar de que Brasil tiene petróleo y un vasto mercado interno, y nosotros no, existe un paralelismo interesante entre las políticas económicas y sociales de ambos países (guardando, desde luego, las proporciones). Como bien apunta el análisis de la revista The Economist , publicado en nuestra edición del pasado jueves, Brasil está en camino de convertirse en la quinta economía mundial, gracias a un conjunto de medidas acertadas que trascienden lo meramente electoral. También enfrenta retos, desde luego, al igual que Costa Rica.
El presidente actual, Luis Inácio Lula da Silva, se montó en la clara estrategia de liberalización y apertura de su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, y, con buen tino, la mantuvo. Se abrieron al comercio internacional, privatizaron grandes empresas estatales, cultivaron esmeradamente un buen clima de negocios para atraer y retener inversión extranjera, e independizaron el Banco Central. La moneda flota libremente desde hace varios años y la inflación se llegó a controlar. Como resultado de estas y otras medidas, se estimuló la inversión, se desarrolló una emprendedora clase empresarial, capaz de competir exitosamente el mundo, complementada por el know how de la gran inversión extranjera. El crecimiento de la producción se tornó más vigoroso, los ingresos de los trabajadores crecieron un 37%, y se pudieron reducir significativamente el desempleo y la pobreza. Además, se emprendieron programas sociales para la clase media y los más pobres, lo que dio sustento a un gran mercado interno con poder de compra. Hoy, la economía brasileña crece a una tasa anualizada del 5%.
Las políticas económicas en Costa Rica guardan una cierta similitud. La economía se abrió con los programas de ajuste estructural y tratados de libre comercio de gobiernos anteriores, complementados con el reciente TLC con EE.UU. y otros que vienen en camino, particularmente con China; se liberó buena parte de los controles de precios, se abrieron ciertos monopolios estatales, se permitió a la banca privada recibir depósitos del público, se liberó el mercado crediticio y se profundizó el mercado financiero, pero se adoptaron normas prudenciales eficazmente aplicadas por la Sugef. También hemos sido exitosos en la atracción de capitales, incluido Intel, y la autonomía del Banco Central se ha respetado bastante en las últimas administraciones, incluso en la actual. Y aunque el mercado cambiario aún se enmarca dentro de un régimen de bandas, las cotizaciones han venido determinándose libremente por la oferta y demanda desde hace varios meses, abriendo espacios para bajar la inflación y las tasas de interés. Con excepción del período de esta crisis, el crecimiento promedio de la producción en los últimos 15 años ronda el 4,5% real, y es de esperar que con estas reformas, y otras mencionadas en editoriales anteriores, el crecimiento se pueda incrementar. Pero enfrentamos, al igual que Brasil, retos ineludibles.
Controlar el gasto público es uno de ellos. En ambos países crece más rápidamente que la tasa de expansión de la economía, particularmente por el empleo y la planilla, lo que refleja déficits fiscales crecientes. Si bien es comprensible que en períodos de crisis se expanda el gasto por razones de asistencia social, no conviene encartonar permanentemente la planilla ni los consecuentes costos de la seguridad social, por el efecto recurrente en períodos más normales, donde resulta innecesario y, a veces, contraproducente, el gasto estatal deficitario. En el futuro, ambos tendrán que enfrentar el costo creciente de la deuda pública interna y externa, o una reforma fiscal que, si no es bien elaborada, podría abortar el incipiente proceso de recuperación.
Ambos países encaran serios problemas de educación e infraestructura, muy rezagada en muchas áreas y zonas geográficas, tal y como demuestran el reciente apagón generalizado en Brasil y el estado de algunas vías de comunicación y la condición deplorable de los puentes en Costa Rica. Enfrentan, además, el incómodo problema de la desigualdad en la distribución del ingreso, muy ligado a la educación e inflexibilidad de las leyes laborales, que hacen más difícil incrementar la productividad y el empleo.
Según The Economist y Arthur Ituassu, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Católica de Río de Janeiro, esos serán los principales retos que enfrentará la posible sucesora de Lula, Dilma Rousseff, si llegara a ser elegida.
Tienen razón. Nosotros agregamos que en Costa Rica esos también estarían entre los principales retos del candidato o la candidata que finalmente resulte electo, junto con las demás debilidades apuntadas.

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