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Opiniones ajenas LA REPUBLICA. Vi thes de octubreptA Las apariencias engañan engo muchos años de recorrer en automóvil de mi casa de habitación al Hospital Nacional de Niños prácticamente todos los días a una hora muy parecida, siete de la mañana la misma ruta. Tomo la calle de Los Negritos hacia la Avenida Fernández Güell, carretera a San Pedro; ahí me detiene un semáforo que generalmente está en rojo, pues permanece más tiempo el rojo por la calle que yo circulo que el que está en la Avenida Fernández Guell por ser ésta de más tránsito. Si al estar detenido, no estoy listo a iniciar la marcha al pasar a la luz verde, el conductor que está detrás y el que está más atrás suenan el claxon de su automóvil inmediatamente llamándome la atención con ese ruido por la lentitud o torpeza de no iniciar la marcha al instante; aunque eso es molesto, me he acostumbrado a ese ajetreo con el pasar de los años. Como de ahí al Hospital Nacional de Niños hay dos kilómetros, la escena se repite en cada esquina si uno no está muy atento a la luz verde. Luego circulo por la primera entrada a los Yoses, buscando la Avenida Octava, camino hacia el barrio González Lahmann; numerosos carros rayan el mío, pues los Dr. Roberto Ortiz Brenes conductores o conductoras dan la apariencia de estar muy deseosos de llegar a su trabajo y cumplir con sus tareas cotidianas. La marcha continúa por la misma avenida, pasamos por la cantina El Piave, un lugar que muestra el final del ser humano y de inmediato por la escuela Mauro Fernández, fundador de la educación en Costa Rica ¡Qué contraste tan violento. continúo luego por la Cruz Roja hasta llegar a la esquina suroeste del Hos pital Blanco Cervantes donde me desvío hacia el Hospital Nacional de Niños. Lo interesante de todo es la velocidaál con que se desplaza el costarricense en las mañanas para llegar a su trabajo, bien presentados, presuroros y que por lo temprano de la hora impresiona como un país de gente con un tremendo espíritu trabajador. En la esquina antes mencionada, unos siguen rumbo hacia el oeste como un tiro y otros cruzan hacia la derecha se gún su destino; pero todos iguales, serios, pegados al volante y disfrutando de la velocidad.
Desafortunadamente esa apariencia no es en muchos casos lo que se espera posteriormente. Cuando he tenido que visitar oficinas públicas en casi todas, con excepción de la Contraloría General de la República y en las oficinas privadas, al arribo de los trabajadores prosigue en las mujeres un retoque facial, un acomodamiento del pelo etc. comentarios de lo que se hizo la noche anterior, siendo peor el lunes ya que son dos días y dos noches los acumulados.
de el primer momento. Luego de ese acomodamiento, la mayoría inician sus tareas con una enorme nata de pereza y en pocos casos con gran eficiencia.
Hora y media después, se interrumpe porque se acerca la hora del café y no hay nada más extraordinario que contemplar en las oficinas como aquel señor gordo, lleno de salud atraviesa el pasillo con una tacita de café y los que tienen cafetería desfilan cuidadosamente hacia la misma para hacer tertulia o para continuar las historias interrumpidas por el inicio del trabajo a las 7:30 de la mañana. Terminado el café y la tertulia, media hora después regresan para continuar con sus obligaciones. Algunos no van para no interrumpir su trab éstos desdichadamen te son los menos.
Prosigue el trabajo de la mañana y llega la hora de almuerzo y la misma historia con muy pequeñas variantes se repite.
Se reanudan los quehaceres para que luego, a las tres de la tarde volvamos a tomar otra taza de café, trabajemos un poco más y finalmente, a las cinco o seis de la tarde concluímos nuestras labores y regrešamos a casa al caer el sol.
Todo esto que hemos mencionado nos demuestra una vez más que las apariencias engañan.
En el hombre, no hay retoque facial, aunque ya en ciertos bichos poco masculinos algo de eso aparece; se arregla el escritorio, se revisa en las gavetas si no falta nada, si se lo llevó prestado fulana o sutana y pasados 15 minutos o media hora, cuando la cosa anda bien, se inician las labores del dia. En los buenos trabajadores no hay nada de esto, sólo trabajo desЕ.
En busca de un cacique Lic. Ricardo Dobies el taller de Alejo Fumero. Es un taller de escultura, improvisado en el sétimo piso del edificio que ocupa el Ministerio de Educación. Generalmente este taller se dedica a la impresión de materiales y documentos para la Educación Técnica. Alejo Fumero lo dirige. Pero ahora está ocurriendo algo inesperado. Desacostumbrado. Sorprendente.
Ahora es octubre de 1983. El artista Fumero está construyendo algo. Con el estique en la mano, observa atentamente la reconstrucción de una fotografia. Es una fotografia pequeña y el escultor debe usar una lente convergente para penetrar esos diminutos secretos. Los infimos mensajes.
Los milimétricos detalles.
como un joyero aumentando sus diotrias para filtrar las características preciosas del rubí que sostiene entre los dedos. Así está ahora Alejo auscultando los rasgos de la fotografia para trasladarlos a la arcilla. Para recrear lo ya recreado. Lo increado. Lo legendario.
La curiosidad quiere asomarse a la lupa.
Quiere codescubrir con Fumero las aventuras que el artista percibe en el pequeño retablo.
Solicito permiso y me asomo al instrumento. y se desborda el milagro.
Ahora ya no es ahora. Ahora es 1650.
Talvez 1685. Podria ser. 1703. Yo nd se.
Ahora tampoco es aquí. Es la montaña indomable. Es la pradera feraz. Es Talamanca.
Ahora estoy en Talamanca del siglo XVH. En un poblado Bribrí. Es el pueblo de Pablo Presbere. No es una comunidad improvisada sino milenaria.
Generalmente esta población se dedicada a la vida pero ha debido dedicarse a la guerra. La actividad artesanal ha dejado de construir las vasijas para construir las flechas. La fecundación del surco con la esperma de la semilla se ha debido cambiar por el asecho constante. Por el escondite perenne. Por la hufda. Por el ataque fiero.
La bastardía de la conquista se ha asomado a Talamanca.
Presbere, como Tupac Amarú, como Lempira, se ha enfrentado a ella hasta agotar la última fuerza. Hasta sudar la Es todo en derredor: la selva ancha que se corrompía. La montaña fecunda que se desperdiciaba. El mar Caribe que ya no volveria a contemplar. La familia destruída lo esclavizada. La libertad extinguida. El conquistador asechante y criminal. La noche procelosa y sin estrellas. La fatalidad.
La destrucción. El fin.
Este busto de Pablo Presbere, Cacique Bri bri de los tiempos de la conquista, que Alejo Fumero està esculpiendo, formará parte de una actividad que estudiantes del undécimo año del Colegio Agropecuario de Talamanca han concebido. La lo ha patrocinado como parte integral del proyecto educación para el trabajo, en coordinación con la comunidad.
Será un parque dedicado a la memoria del príncipe de los Bri brí. Tendrá una fuente que recuerde la imagen del indio.
los rumores del caribe. Incluirá algunos asientos que permitan a los paisanos y visitantes sentarse bajo el podio para recordar la grandeza y la bravura de Presbere. Arriba el busto del cacique con una leyenda y una estrota del poeta. Presbere alzó su voz y Talamanca abrió sus montañas declarando su amor. Montero Arturo; Poemas escogidos. Costa Rica, 1975. postrera gota. Hasta emitir el grito final. aqui se aparece lo desusado. Lo prodigioso. Lo insólito. El escultor Fumero está intentando recuperar la figura del príncipe Presbere, para impregnar con ella fa arcilla.
El aspecto del indio es impresionante.
La cabeza se levanta con la altivez de la raza. El cuello fuerte queda visible. La barbilla imperiosa se adelanta en actitud amenazante. El pelo cae en manojo hacia la cerviz. Lo corona una banda que imita piel adornada con una sola pluma. La frente corta, la nariz aguileña y la boca muy cerrada dan al indio un aspecto arrogante que, sin embargo, expresa un trasunto de la fatalidad. Una cierta conciencia oscura de la adversidad. Un como sentido instintivo de la desventura. Pero los ojos, como ocurre casi siempre, poseen el rasgo más expresivo de la imagen. Pequeños y largos, como los del felino, parecen percibir de una sola mirada, El camino seguro para 1893 tuvo lugar la revolución liberal, que habría de cambiar la vida nacional y conducir a Nicaragua hacia un estado de libertad y de derecho. El cambio se produjo pero no hacia la libertad. Zelaya, jefe militar de la revolución, se hizo con el poder y se mantuvo en él por la fuerza de las armas.
regresar al pasado El partido Conservador, con la ayuda Por Mario Alfaro Alvarado norteamericana, destruyó la dictadura zelayista en 1909 e impuso una dictadura contra la dictadura sandinocomunista se de partido, que fue necesario liquidar con en la idea de que el único poder efectivo concentra en los que empuñan los fusiles.
el uso de las armas.
radica en las armas y no en la ley, en el voto y en la autoridad civil.
En 1927 una revolución liberal expul. Curiosamente, al mismo tiempo que se só a los conservadores del poder. La banconfía en los fusiles, se teme un retorno dera política de esa revolución fue el Peligrosamente se concentra la atenal pasado somocista o al pasado sandinis ción y el entusiasmo sobre los grupos Dr. Juan Sacasa, vicepresidente electo ta. Mientras tanto el pueblo nicaragüen combatientes y se pierden de vista los oben 1924; pero Moncada, el jefe militar se, como protagonista activo y sin cuya jetivos históricos de esta lucha encarnizade la revolución, apartó a Sacasa y se hizo elegir presidente.
participación en la lucha difícilmente se da. Se persigue la inmediatez de una solupodrá derrotar al totalitarismo, es el gran ción y se pasa por alto el futuro. Con emMoncada no pudo reelegirse, como ausente en el escenario de la historia, pecinamiento se pierde la dimensión del quería, porque se lo impidió la intervención militar norteamericana. No obscomo lo ha sido en otros tiempos. El es conflicto y se confía a las armas la búspectro del pasado asume indistintamente tante, los interventores organizaron un queda de soluciones que ellas no pueden la fisonomía de un estado mayor, la de ejército, como nunca antes lo había teun héroe fabricado por la propaganda, aportar. Se comete un yerro despropornido Nicaragua, y se lo entregaron a Anascionado al olvidar, voluntaria o involuno la menos definida de algún jefe guerritasio Somoza García. En 1936 Somoza y llero por ahora desconocido. Bastaria tariamente, al pueblo nicaragüense, que es su familia se apoderaron del poder y lo que alguien con suficiente audacia y factor permanente en una realidad que no retuvieron a la fuerza por más de cuarenta ambición llegue a ejercer control sobre las se resuelve únicamente a tiros.
años.
armas, después que los sandinistas hayan Finalmente, hace sólo cuatro años, el huído, para que suceda algo similar a lo Parte del pueblo nicaragüense, que supueblo de Nicaragua sé, sublevó contra que sucedió en 1893, en 1909, en 1927, la dictadura somocista y expulsó al úlfre y espera, son los exiliados. Ellos tamtimo dictador de la familia Somoza, pero en 1936 o en 1979. Cinco fechas histó bién cuentan, y cuentan mucho. Ellos ricas marcadas por el dolor y la frustracomo los sandinistas controlaban las arabonan su cuota de dolor y sacrificio cación!
mas, se apoderaron del país e impusieron lladamente, sin propaganda ni sensiblería. Ellos también tienen un lugar, muy una dictadura peor que la anterior, Bastan estas muestras para deducir de Es un error creer que el peligro es cer importante, en la acción encaminada a ellas la constante histórica que ha domicano, que el pasado se llama somocismo o expulsar a los nueve dictadores. También nado la mecánica de la política nicarasandinismo. El pasado de Nicaragua tiene les corresponde un lugar destacado en la güense en lo que va del siglo XALGUsala edad de nuestra vida independiente. reconstrucción de la patria y la reunifiY la historia sigue repitiéndose. En la El peligro no estriba en regresar al somo cación de la familia nicaragüense, tan casactualidad toda la atención de la lucha cismo o al sandinismo, sino en persistir tigada y sufrida.
No basta con invitar a los exiliados a que regresen al país, a que se integren a la reconstrucción nacional, a que se incorporen al cuerpo social de la nación como si nada hubiese ocurrido, a que intenten retomar el curso de sus vidas, cortado por la tragedia y las penas del destierro.
El exilio forma un cuerpo vivo, con reservas anímicas y espirituales que deben ponerse al servicio de la causa de todos los nicaragüenses. Su aporte no ha de reservarse para el regreso, como una acción pasiva y desvinculada de cuanto está sucediendo. Su aporte ha de traducirse en una acción inmediata y dinámica de apoyo y colaboración para quienes combaten en los campos de batalla y en la iniciación desde ahora de la construcción de la futura Nicaragua, lo cual exige el acopio de todos los esfuerzos, toda la fe todo el entusiasmo para establecer un orden justo, con paz y libertad.
Estas no son labores que se realizan on las armas, sino con la confianza, la le y el trabajo redentor. Son labores que corresponde a todos los nicaragüenses convertir en realidad.
Una forma de volver al pasado (y no precisamente al somocismo o al sandinismo, por mucho que sean parte del pasado) es concentrando todo el interés en la acción armada y dejando de lado las aspiraciones patrióticas de quienes soportan el duro castigo del extrañamiento patrio.
La historia demuestra que siempre hay peligro de volver al pasado. Pero no son los estados mayores, ni los héroes prefabricados, ni los jefes militares por ahora desconocidos los que entrañan el peligro, sino la mentalidad extraviada en actitudes negativas: una que delira ante los actos de heroísmo y los galones militares, y otra que desestima el potencial animico, el entusiasmo patriótico y la fuerza creadora de los nicaragüenses de dentro y fuera de la patria, factor primario y supremo del hoy y el mañana de Nicaragua.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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