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Del Caribe a Asia

Después de superar a tres selecciones caribeñas, la Selección Nacional de Costa Rica saltó a vérselas con uno de los anfitriones del Mundial Corea-Japón.

Después de superar a tres selecciones caribeñas, la Selección Nacional de Costa Rica saltó a vérselas con uno de los anfitriones del Mundial Corea-Japón.



Corea del Sur y Japón son las naciones anfitrionas de la Copa del Mundo; Costa Rica tuvo la fortuna de enfrentar en una de las semifinales de la Copa de Oro al representativo coreano. El partido del miércoles 30 -sin importar el resultado-, se presentaba cual parámetro ideal para conocer, no tanto el verdadero potencial de la tricolor, sino donde está parado el equipo de Alexandre Guimaraes a cuatro meses de que se inicie el Campeonato Mundial de Fútbol.

En la primera parte de la Copa de Oro, la más relevante en el nivel de selecciones nacionales de la Confederación Deportiva (antigua CONCACAF) a la Selección Nacional le tocó enfrentar a tres similares caribeñas: en primera instancia, Martinica; el segundo partido contra Trinidad y Tobago y ya en cuartos de final, el rival fue Haití.

Se le ganó 2-0 a Martinica; 1-1 empate con Trinidad y 2-1 victoria ante Haití en tiempo extra, con gol de oro de Rónald Gómez, después de que los 90 minutos terminaron igualados a uno.

Después de jugar 280 minutos contra equipos de muy parecidas características, a las que Costa Rica enfrentó y superó con un perfil bajo de juego, sin ninguna contundencia y apenas raspando, los resultados de los otros grupos pusieron en el camino de los nacionales a Corea del Sur, un seleccionado que en cuartos de final superó a México en la cancha y finalmente en el marcador, cuando logró eliminar a los aztecas desde los lanzamientos de penal.

El cambio de rival resultó radical y el juego del pasado miércoles 30 -cuyo resultado desconocemos al cierre de edición-, estamos seguros, se convertiría en el parámetro casi perfecto para los discípulos de Guimaraes y en el fogueo casi mágico que necesitaban nuestros jugadores para observar cómo y dónde estamos ubicados en ruta a la aventura mundialista.

Después de jugar contra un modesto seleccionado juvenil de Camerún, que puso en aprietos a los mundialistas criollos y tras ese paso gris de nuestro representativo en esta Copa de Oro, ante las oncenas del Caribe, se puso de frente  el veloz y también mundialista seleccionado coreano, distinto de arriba a abajo y en todo a los tres mosqueteros caribeños con quienes lidiamos en la primera fase.


ESCUELA DIFERENTE



Cada continente tiene su forma muy propia de practicar el fútbol y ya todos sabemos que los asiáticos no destacan precisamente por su fortaleza física -como los africanos-, ni por su exquisita técnica -como los suramericanos-, y mucho menos tienen la combinación de estos dos factores que cuelgan la mayoría de selecciones de Europa.

De coreanos, japoneses y chinos, decimos siempre lo mismo: que son correlones y que marean y desgastan a cualquier persona y precisamente de esto se trataba el juego semifinal: de verificar si la velocidad de los coreanos rompía la defensa nacional, calificada por quienes ven el fútbol con honestidad y sin fanatismo, como lenta en su zona central y no muy astuta en las diagonales de cobertura, que se dejan al azar y recargadas en el heroico juego de Gilberto Martínez.

¿Podrían Reynaldo Parks y Luis Antonio Marín, no muy veloces en conjunto, frenar a los fórmula uno coreanos?

Ya ustedes tienen la respuesta, positiva  o negativa.

Los caribeños son rápidos pero no siempre juegan concentrados y tampoco se «matan» por la pelota; el jugador africano o el caribeño no se distingue por ser un gran recuperador del balón, ni por «tragarse» la cancha, cualidades que tienen de sobra los jugadores asiáticos, sobre todo los coreanos cuyo fútbol se ha mostrado mucho más en otros continentes.

Incluso, Corea del Sur y Costa Rica se han enfrentado en más de una ocasión, pero esta se dio en situación propicia y motivante -casi como encuesta política previa a elecciones-, por lo cercano que está el Mundial y por las muchas dudas que dejaron los tres partidos de la tricolor en la competencia.

Este juego del miércoles 30 en Copa de Oro, se presentó mucho más atractivo que si hubiésemos tenido que enfrentar a México; fue casi un China-Costa Rica del Grupo C del Mundial, en un entorno diferente.

Una vez analizado el resultado de este compromiso, se podrán sacar ricas conclusiones, porque la Copa de Oro, al ubicar contra la Selección Nacional equipos de una misma zona, no dio oportunidad al entrenador Alexandre Guimaraes, de mover sus fichas en procura de rutas diversas, que son las que llevan a marcar errores y luego rectificarlos.

Haití, Martinica y Trinidad fueron un examen al carbón; Corea del Sur, ya sea que nos haya eliminado, o los ticos la enviaron a casa con otro triunfo mítico e histórico, iguales a los logrados en la hexagonal mundialista, era el fogueo indicado y propicio para conocer por donde marca el termómetro de nuestro equipo.



OTRA SEMIFINAL



Por el otro lado, esperaban al vencedor del encuentro entre Costa Rica y Corea del Sur, dos selecciones norteamericanas; Estados Unidos, ex-campeón de la Copa de Oro y Canadá, monarca defensor.

Estos dos representativos de la zona norte de la Confederación, ya no sorprenden con sus victorias; convirtieron el fútbol en algo tan práctico y memorizado que pareciera no requieren de concentraciones largas, convocatorias extensas de jugadores, ni mucho rodeos para llegar al triunfo.

Estados Unidos, donde su campeonato de fútbol se cae en pedazos y no atrae a nadie, es ya una potencia del área, infaltable en las citas mundialistas de los últimos 16 años.

Mientras, a los jugadores de Canadá, repartidos en todo el mundo y sin campeonato nacional, los convocan por correo electrónico, les envían los pasajes del avión, aterrizan en la sede de los torneos tres días antes del primer juego y ganan y ganan, con un balompié simple pero ciento por ciento efectivo.

Vimos a Estados Unidos triturar a El Salvador y a Canadá ganar en su grupo para acceder a la instancia semifinal; si Costa Rica elimina a Corea del Sur, la final será contra uno de estos seleccionados del norte, de los que Guimaraes y sus discípulos deben aprender eso que el propio técnico reconoce le falta al equipo: contundencia en el gol.

Contra Corea del Sur, enfrentamos a un ciclón que nos puede arrollar al mejor estilo de tifón asiático; si superamos ese tren de máxima velocidad, vendrá luego el juego final donde el rival, Canadá o Estados Unidos, meterá el freno de marcha, dejará de pisar el acelerador como lo aprietan los coreanos y meterá a la tricolor en un juego totalmente diferente, lento, calculador, práctico y eficiente del que también los costarricenses tienen que aprender muchísimo.

  • Gaetano Pandolfo Rímolo 
  • Deportes