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Gabriel García Márquez cumplió el 6 de marzo 76 años y para celebrar su aniversario les ofrecemos un artículo sobre sus memorias.
«Ese es el escritor que quiero ser cuando sea grande»: anticipó una vez Gabriel García Márquez, un colombiano pobre y desconocido, que vivía acechado por la timidez y el hambre en la más luminosa de las capitales europeas.
Hoy su fama mundial llega a tal nivel que sobre su vida ya parece saberse todo, por lo que un libro de memorias no resultaría interesante más que para confirmar datos o cumplir con la obligación curricular y vanidosa de tener el último libro del premio Nobel de literatura 1982. Sin embargo, «Vivir para contarla», el primer tomo de memorias de uno de los escritores más importantes de América Latina, no solo atrapa por contarnos lo que hay al otro lado del espejo, sino que la maestría narrativa del autor, con su agilidad sintáctica y su adjetivación precisa, convierten estas memorias en otra de sus grandes obras literarias. García Márquez nos lleva a conocer el hielo, y con él todo el universo que lo nutre y fortalece durante sus primeros veintisiete años.
El universo se abre cuando su madre llega a buscarlo a Barranquilla, donde trabaja como periodista, para ir a vender la casa mítica de Aracataca. El viaje no concluye con la venta del inmueble, sino con la explosión de imágenes y recuerdos en la cabeza del joven narrador; circunstancia que lo impulsará a dejar para siempre el estudio formal de los áridos textos del derecho y lo empujará a encontrarse con su destino en medio de los misterios prácticos del oficio más solitario del mundo.
Los recuerdos estaban cargados de infancia, y la infancia estaba cargada de pobreza y de exageraciones tropicales en el caribe colombiano de los años 30. Rodeado de hombres alucinados y mujeres históricas, creció el mayor de once hermanos.
El autor, al mismo tiempo que narra aspectos significativos de su vida, nos muestra en clave pasajes y personas que constituyen el germen de su posterior construcción literaria. Con una fluidez lingüística extraordinaria se suceden acontecimientos de su vida familiar, las primeras lecturas, las dificultades económicas, los estudios secundarios, el vallenato, la parranda caribeña, los desplazamientos entre ciudades (Aracataca, Sucre, Bogotá, Barranquilla, Cartagena) y el pulso político de una Colombia que desde aquel entonces se empezaba a acabar.
Una muestra de esto es la recreación del «Bogotazo» , que en abril de 1948 abre el descalabro político que vive el país suramericano actualmente, y que tuvo como testigos históricos al líder estudiantil cubano Fidel Castro Ruz y al escritor y diplomático guatemalteco Luis Cardoza y Aragón.
Como marca inseparable de toda su literatura, el mundo está manejado y ordenado por un narrador omnisciente que es el dueño del tiempo y vincula constantemente pasado y futuro, y que mezcla la vida cotidiana y la elaboración poética.
PARRANDAS Y LITERATURA
Por otro lado se presentan personalidades fundamentales en su
formación como periodista y escritor.
Cohabitan en su memoria grandes amigos como el laureado escritor colombiano Alvaro Mutis, los compañeros de trabajo del período Cartagena ( esencial en su formación ), como Héctor Rojas Herazo, vecino de columna en el Heraldo y de inquietudes en la vida; Gustavo Merlano Ibarra, quien le recetó los clásicos griegos; y por supuesto Clemente Manuel Zavala, maestro del periodismo colombiano, quien le corregía las notas con un famoso lapicero rojo que mucho bien le hizo a la literatura universal.
Tampoco podían faltar los amigos del grupo de Barranquilla, compañeros de periodismo, literatura y parranda, que se inmortalizaron en el final de «Cien años de soledad» junto al sabio catalán.
A estos amigos de carne y hueso se suman todas las grandes y reconocidas influencias literarias: William Faulkner, Ernest Hemingway, John Dos Passos, Virginia Woolf, James Joyce, Erskine Caldwell, Gómez de la Serna, Sófocles, Hawthorne, Melville y la difícil vida cotidiana del reportero.
El texto es un recorrido por la principal etapa de formación de uno de los grandes escritores de la actualidad, que acaba de cumplir 66 años y que ha vuelto a demostrar que la literatura es el mejor camino de regreso hacia el pasado que tiene la memoria.
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