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El Semáforo

En una antigua y amplia  bodega frente a la abandonada línea del tren, cerca de la Calle de la Amargura, por la UCR, los vecinos de San Pedro estrenamos dos salas de cine con proyección digital. El espacio es acogedor y diferente, con el techo vestido de afiches y los numerosos premios de los cineastas mexicanos Gabriel Retes y Lourdes Elizarrarás -autores de la iniciativa- esparcidos por doquier. Allí, ajetreados, Jorge, Roxana, Marcela, Erica, Carlos -los anfitriones-  nos transmiten su entusiasmo y abnegación.

En una antigua y amplia  bodega frente a la abandonada línea del tren, cerca de la Calle de la Amargura, por la UCR, los vecinos de San Pedro estrenamos dos salas de cine con proyección digital. El espacio es acogedor y diferente, con el techo vestido de afiches y los numerosos premios de los cineastas mexicanos Gabriel Retes y Lourdes Elizarrarás -autores de la iniciativa- esparcidos por doquier. Allí, ajetreados, Jorge, Roxana, Marcela, Erica, Carlos -los anfitriones-  nos transmiten su entusiasmo y abnegación.
Las bautizaron con un estupendo festival, cuajado de filmes maravillosos. El Farolito español y el Centro Cultural de Chile, con su generosidad usual, aportaron lo propio. Además, El Semáforo nos trajo a un puñado de artistas de primera, que ofrecieron rotundo apoyo al audaz proyecto, y compartieron su talento y experiencia con el público.
Allí reencontramos a Arturo Ripstein -luego del Festival de Santo Domingo- y a su compañera Alicia Paz. Él disimula, tras un rostro serio y respuestas tajantes, el enorme oficio y la intensa sensibilidad del más constante realizador mexicano. Ella lo complementa.
El risueño Arturo Villaseñor ofreció dos obras hechas en digital con mínimos recursos y preestrenó la última y excepcional tarea de Jaime Humberto Hermosillo, valiente cineasta homosexual. Exxxorcismos, depurada e inteligentísima, recuerda (imagina, sueña) el amor truncado de dos jóvenes con riqueza estética y acento crítico impresionantes.
Silvio Caiozzi es un artista reflexivo y esmerado, fundamental en el país de Donoso y Neruda. Su Coronación es un portento de cine intelectual y Fernando ha vuelto es un documental preciso, sobrio, demoledor, que rinde tributo a las víctimas de la dictadura a la vez que puntualiza el horror de los crímenes. Maduro, humilde, ingenioso, recorrió Orosi con nosotros y se extasió con la exuberancia verde del lluvioso Tapantí.
Helena Taberna (Yoyes) se ve mujer de armas tomar y cautiva con su simpatía a raudales. La llevamos a «El concierto de San Ovidio»; ella alabó la capacidad de los intérpretes en este valioso montaje de la CNT.
Enrique Gabriel, argentino, realizador de tres largos españoles de indudable valor, produce en Colombia Sumas y restas del legendario Víctor Gaviria. Es un hombre que sabe y hace, con rigor inusual. Ya lo habíamos invitado como Jurado de la IX Muestra, que premió la popular Once rosas de Esteban Ramírez.
Hace un cuarto de siglo, un grupo de pioneros formó la Sala Garbo que sigue abriendo magníficas ventanas al sétimo arte (en estos días,  un festival de cine ruso). Por épocas, en el cineclub Diálogo, hacemos lo mismo. La X Muestra del Centro de Cine culminó un largo proceso y logró el mejor Festival Internacional que se haya realizado en América Central, con 82 obras notables -aparte del centenar local- en cuatro salas y con muchos expertos extranjeros). La megalómana 10+1 lo liquidó.
Ese vacío lo llena Festibercine, que se prolongará todo el año, y fuera de San José, con su oferta novedosa y urgente.
Hay inmenso mérito en la idea, en su realización -ese espacio conquistado-, en el riesgo asumido, pese a errores visibles, para un logro que beneficia a todos. Con el Semáforo, los cinéfilos ganamos un nuevo ámbito para disfrutar del buen cine, del más nuestro, el iberoamericano. ¡Qué dicha!

  • Gabriel González Vega 
  • Cultura
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