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Reelección y megalomanía

Ahora que nuestro flamante expresindente y premio Nobel de la paz ha proclamado ya oficialmente su disposición a brindarnos la oportunidad de poder reelegirlo y en consecuencia contar una vez más con su magnánimo mecenazgo, una oportunidad de la que  muy pocos pueblos pueden gozar, conviene  no parar mientes en algunas nimias objeciones constitucionalistas en las que unos cuatro pelagatos, que nunca faltan, han insistido mezquinamente, no vaya a ser que tal actitud redunde en el triunfo de una de esas anquilosadas fuerzas de la negatividad, de la cultura del no al promisorio futuro que nos depararía alzar de una buena vez por todas el vuelo hacia la tierra de las barras y las estrellas,  o, casi tan negativo, en un incremento del abstencionismo sobre la base de la presunta ilegitimidad de un proceso electoral único que, más allá de las humanas limitaciones, cuenta, merced a la actitud visionaria de la mayoría de nuestros más altos magistrados, con el extraordinario concurso de este magno estadista, un fenómeno que como él mismo ha afirmado, ninguna sociedad los genera en número superior al  25% en un siglo.

Ahora que nuestro flamante expresindente y premio Nobel de la paz ha proclamado ya oficialmente su disposición a brindarnos la oportunidad de poder reelegirlo y en consecuencia contar una vez más con su magnánimo mecenazgo, una oportunidad de la que  muy pocos pueblos pueden gozar, conviene  no parar mientes en algunas nimias objeciones constitucionalistas en las que unos cuatro pelagatos, que nunca faltan, han insistido mezquinamente, no vaya a ser que tal actitud redunde en el triunfo de una de esas anquilosadas fuerzas de la negatividad, de la cultura del no al promisorio futuro que nos depararía alzar de una buena vez por todas el vuelo hacia la tierra de las barras y las estrellas,  o, casi tan negativo, en un incremento del abstencionismo sobre la base de la presunta ilegitimidad de un proceso electoral único que, más allá de las humanas limitaciones, cuenta, merced a la actitud visionaria de la mayoría de nuestros más altos magistrados, con el extraordinario concurso de este magno estadista, un fenómeno que como él mismo ha afirmado, ninguna sociedad los genera en número superior al  25% en un siglo.
No, de lo que se trata ahora es de poder justipreciar en toda su dimensión los alcances de esta histórica decisión y tener el valor de emprender, a velocidad warp, ese viaje a las barras y las estrellas al que el único en su generosidad máxima nos invita a acompañarlo.
 
 
Porque no se crea, si bien, como ha afirmado un sesudo constitucionalista, es demasiado pedirle a un país de apenas 3 millones y pico de habitantes el producir un buen patriarca, perdón, presidente, cada cuatro años, no resulta igualmente utópico reconocer cuando estamos ante la presencia de uno de ellos y, más allá de las mezquindades y torpezas igualitarias constitucionalistas, formar parte de su tripulación y acompañarlo en la conquista estelar.
Después de todo solo se trata de reemprender un viaje iniciado ya hace veinte años, recordemos, con Esquipulas, el  contrato Millicom y el no menos pionero y sibilino proyecto de ECOTEL, y que, por esos azares que nuestro líder no tiene porque perder el tiempo en explicarnos, aunque su lucha por la reelección debería ya de habernos avispado respecto a la responsabilidad, o más bien la falta de ésta, que compete a aquellos que a finales de los 70s tomaron la suicida y antidemocrática decisión de restringirle al pueblo las posibilidades de poder reelegir sus grandes líderes cuantas veces lo juzgase conveniente, fuese abruptamente interrumpido, dejándonos en falta y deseantes de poder convertirnos  en el primer país desarrollado de América Latina y consolidarnos como líderes en la causa por la paz en el mundo.
Se trata, más allá de superar la pobreza y rescatar al país de la corrupción y el colapso institucional en que nos hemos empantanado desde aquel aciago 90 en que las mezquindades constitucionalistas nos lo arrebataran, metas a las que sin duda nos encaminaremos raudos tan sólo con que nos decidamos a dar el sí el próximo 5 de febrero, de actualizar y refuncionalizar la democracia costarricense al calor del convencimiento de que el quid de la cuestión en estos tiempos de globalización reside en el «reempoderamiento» de las masas en su capacidad para  poder identificar al UNO, al ungido, al mesías, «competence» históricamente distorsionada y confundida por los cantos de sirena de una izquierda populista que llamaba a una democracia no ilustrada, de masas, lincolniana.
Como dizque sucedió en las faldas del Sinaí, El que Es nos libre de  tanta soberbia y falta al fundamental de los diez.
Director Posgrado en Psicología

  • Jaime Robert
  • Opinión
Democracy
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