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4 Revista Dominical. LA REPUBLICA. Domingo 13 de setiembre de 1987 Coordinador: Orlando Garcia Valverde III parte CRITICA ΕΙ tambor de hojalata Oscar, en una secuencia memorable desbarata el desfile nacionalsocialista. Los uniformes, los pasos sincronizados, lo estereotipado de gestos y palabras, los roles prefijados; sea, el carácter rigido y artificial del acto se desmorona ante el entusiasmo infantil de Oscar. También es dable pensar en un nexo mágico entre el tambor disolvente y la lluvia espontánea. La naturaleza vierte un tremendo aguacero que el líder nazi padece, primero imperterrito y después, arremetiendo a pedradas contra la realidad de los hechos. Como encarnación Gabriel González Vega José Mario Gutiérrez Soto de la locura; que para los griegos era azotar el mar. Este patético energúmeno, con su Lloy en día ya no se dan héroes de rencor demencial, es una microimagen de la novela, porque ya no huy individualistas, megalomanía creciente que enajenará a los porque la individualidad se ha perdido, fanáticos nacionalistas. Los valses que porque el hombre es un solitario y todos éstos muy a su pesar bailan, no impiden, sin los hombres son igualmente solitarios, embargo, el triunfo del movimiento. El tambor sin derecho a la soledad individual y es estéril; confunde, distrae pero no impide.
forman una musa solitaria, sin hombres y La Oposición sucumbe. Como la Magdalena sin héroes.
arrepentida que presidió su lecho conyugal, Gunter Grass. El tambor de en la Iglesia del Sagrado Corazón, Agnes, purga sistemáticamente la culpa de sus hojalaia. Pág. 12. indecorosas relaciones con Bronski, para reincidir de nuevo en una gimnasia de la disociación mental que lo mismo compele a pecar que arrepentirse; con un ardor anclado en concepciones enfermizas del albedrío humano. Allí fue bautizado Oscar al catolicismo; allí también Oscar ensaya el milagro que fracasa. El niño Jesús, semejante a Bronski; semejante a él; él, Oscar, Jesús, incapaz de tocar; malogrado el catolicismo, una opción que se desvanece, el apocalipsis que se hace carne en las hordas nacionalsocialistas y una esperanza mancillada que nada ofrece.
Extraño este pasaje; sugiere que estamos ligados a un absoluto infecundo cuando aqui y ahora los infiernos se sublevan imponentes. Por eso Oscar blasfema con amargura, contra sí, contra su fe fementida acabad con él, que ni siquiera sabe tocar el tambor, que no me concede romper los vidrios, que se me parece y sin embargo, es falso (Pág. 168)
Alfred Matzerath, de ascendencia húngara, floreciente vendedor, vitoreará las glorias del tercer Reich con entusiasmo e inconciencia desbordantes. Beethoven, los viejos valores, ceden su lugar al Führer.
Este experto cocinero prepara la guerra y la muerte con la pulcritud con que adereza los sabrosos platos de su cocina. Alemania es cautivada por sus promesas, Agnes se deleita con las sopas fragantes: Matzerath simboliza a ese sector social que no sólo toleró el fascismo sino que fue su nervio y su músculo.
Agnes descubre en las playas del Báltico que se ha alimentado de muerte. Las anguilas y peces que alegremente disfrutaba cobran su sabor con precio de muerte. La cabeza del caballo, venero de víboras que se agitan sin cesar, es una medusa contemporánea que los hombres engendramos cada vez que se levantan estandartes de guerra. Su marido la obliga a tragar los desagradables animalejos (la sopa la llevó consigo, se propuso enterrarla bajo botella de ginebra, la trompeta y el sueño y ésta se alimentan. Deshechos por dentro, recurrente. Bronski aprovecha, el conflicto el suelo para que, finalmente hubiera paz el panadero Scheffer (esposo de la victoriosos abren las llaves del gas y nos como siempre, para sus toqueteos (pág. 189. El rojo alegre de sus ropas se instructora de Oscar. nazis de corazón, lo incineran.
indecentes. Alemania se aboca a preparar la torna cafesuzco, descolorido, pardo como empujan, lo condenan. Al judío converso no Había una vez un tambor llamado Oscar guerra. Un Viernes Santo, a Oscar le parece los uniformes militares, y finalmente blanco le sirven su transigencias y discreción. que perdió a su propia mamá que había que la blanca paloma del Espíritu Santo, se cuando fallece. Con ella sepulta al hijo de la Erase una vez un vendedor de juguetes comido demasiado pescado. Había una vez transfigura en la equívoca blancura de desolación y el exterminio. Sin embargo, la que se llamaba Markus y se llevó consigo un pueblo crédulo que creía en Papá Noel gaviotas agresivas que pescan entre la fiesta que celebran los sobrevivientes es un todos los juguetes de este mundo (Pág. pero Papá Noel en realidad resultó ser el carroña. Agnes, apremiada por una rito que prepara el holocausto final.
239. Suicidio colectivo que pecó de ogro. El fascismo alemán que guió Adolfo culpabilidad asfixiante, se hunde en el Alemania ha muerto, pero aún le resta asolar inocente, que pecó de cómplice.
Hitier se impone y consagra a partir del 30 de pánico. Se atipa de pescado, es decir de el mundo.
Los pies con botas aplastan libros y setiembre de 1939, con el inicio de la muerte, hasta el hartazgo. Incapaz de Un signo: el judio Markus, es expulsado juguetes, las manos con guantes encienden Segunda Guerra Mundial. Hoy, también aquí, rebelarse, se suicida como castigo y del cementerio. El trompetista Meyn, quien las hogueras que consumen iglesias y el fascismo hirviendo en las fuentes del expiación, creyendo arrastrar consigo el aparece como un heraldo bíblico, para él casas; rostros sin nombre vociferan; miedo y el autoritarismo, se prepara. Por eso uto de su desgracia. Retuvo la anguila, se sólo había tres verdaderas ocupaciones: la uniformes pardos dicen sólo muerte y de la novela. Por eso el filme.
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