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Revista Dominical. LA REPUBLICA. Domingo de octubre de 1987. CRITICA Coordinador: Orlando Garcia Valverde La tragicomedia de Calixto y Melibea, mejor conocida como La Celestina debido a la magis tral construcción del arquetipo de alcahueta, es producida en la península bérica, cuya identidad ha sido marcada profundamente por los símbolos primarios de la cultura arábiga originada en el Medio Oriente. STA concepción histórico cultural sirve de base para la realización escénica del grupo Rajatabla, dirigida por Carlos Giménez, un americano medio occidental que entiende mejor que los españoles románticos la concepción del espacio tiempo maravilloso de las culturas de Medio Oriente, en el que todo es posible e inevitable. Quizá por las coincidencias de cosmovisión entre el Medio Oriente y el Medio Occidente, Carlos Giménez puede interpretar esa concepción, extraña para el romanticismo occidental, de la relación espacio tiempo e infinito eternidad.
Carlos Giménez, como el autor de Las mil y una noches. manipula con limpieza los recursos mágicos de la imaginación árabe que concibe los elementos opuestos, complementarios interdependientes conviviendo en el mismo espacio tiempo fantástico, ilimitado y eterno. Vida y muerte, amor y odio, realidad e ilusión, riqueza y pobreza como genios del bien y del mal, disputándose una tierra que transforman en campo de batalla prevista por la fatalidad de un destino inevitable; Guerra Santa es un espacio y tiempo sagrados donde aun lo más profano se transforma en ritual por arte de magia.
Carlos Giménez escoge la tragicomedia de Calixto y Melibea como un recurso para probar, como lo ha hecho Mircea Eliade, que aun lo más profano participa de ritual como culto al espacio tiempo sagrado. Aun la comedia es parte de la poética trágica totalizadora.
Este montaje de teatro total de Carlos Giménez propone un nuevo modelo poético y estético profundamente americano y universal.
La poética clásica aristotélica es aplicada con exactitud por Giménez para devolver al teatro su función original catártica, desviada por el sueño de la razón de una revolución romántica que intentó dar al teatro lo que no era del teatro sino del cine y la televisión.
Giménez devuelve al teatro su carácter de objeto de culto, objeto de cultura, que la decadente revolución romántica había transformado en objeto de consumo y desecho. Para Carlos Giménez el teatro como para Leonardo la pintura en el Renacimiento: Una cosa mental.
En Carlos Giménez, la dirección teatral más que una interpretación es una recreación, producto del criterio proveniente de la conciencia de la intuición.
Giménez exprime hasta la última gota de conocimientos sobre el destino tragicomico del hombre, reflejado en la obra de Fernando de Rojas que, concebida en un montaje clásico barroco, le sirve para exponer la ilusión visible como ilusión que refleja la tratadas en forma concreta y parecen eslabones de una cadena mortal creada por los instintos primarios animales donde el amor, como manifestación de lo inmaterial, no existe. Los animales mueren como animales porque como animales han vivido en la selva oscura de una civilización sin cultura en un espacio tiempo profano en que habitan esos animales ignorantes del espacio tiempo sagrados representados por esa fatalidad de la que serán víctimas. El director enfatiza en el montaje la diferencia entre refinado ritual religioso que él crea y la magia primitiva usada por los personajes que le son antagónicos.
Giménez, como Goya, pone al descubierto la actitud romántica materialista desequilibrada de los personajes y sus funestas consecuencias. Con una actitud ética culta descubre inmoralidad del salvajismo como manera característica de hacer y actuar de las etapas de formación y decadencia, integración y desintegración de la equilibrada unidad material y espiritual del modelo de homocultus, representada por el creador en las etapas de esplendor cultural.
El verdadero antagonismo se establece entre la cultura clásica barroca refinada del autor director, consciente de su intuición del espacio tiempo sagrado heterogéneo que contiene a lo profano y los personajes románticos materialistas inconscientes que habitan en un espacio tiempo profano homogéneo que no contiene lo sagrado.
Así como la ciencia no ha podido conocer la esencia del todo invisible conociendo sus partes visibles, tampoco la estética ha proporcionado el conocimiento de la esencia invisible del arte por medio del conocimiento de sus partes visibles.
En este montaje Carlos Giménez incorpora la crítica a la obra de arte: El es el juez más implacable. Demuestra que un creador sin criterio no puede crear obras de arte y que la crítica romántica separada de la obra es estérile inútil. Nunca en las etapas clásico barrocas tue necesaria la crítica romántica separada de la obra. Nadie necesito nunca de intermediarios cuando la obra tenía una calidad incuestionable.
Cuando en una verdadera obra de arte todos los recursos usados, visibles e invisibles, van en la misma dirección que la intención del autor no existe posibilidad de dudas, no se necesitan los intermediarios. La obra de arte es independiente por su autosuficiencia; ya no es calificable sino fascinante como la simetría de una mandala.
Penetra más profundamente en el espectador, que experimenta el misterio hipnótico de lo inexplicable a través de símbolos atávicos de significado oscuro.
Complicado y extrasensorial refinamiento en una barroca y esplendorosa concepción de un tiempo y espacio maravillosos.
En un montaje clásico barroco como el de La Celestina del grupo Rajatabla en el que aun el aplauso parecería una profanación, no es posible el análisis estético superficial ormal de la crítica romántica, es necesario recurrir la la poética clásica de la filosofía del arte.
La tragicomedia de Calixto y Melibea realidad invisible como única realidad posible. Su actitud humanista religiosa y pagana, como podría anotar Rubén Darío, es una actitud de resistencia cultural frente a las vanguardias románticas efímeras ya en retaguardia, que apenas reflejan una parte de la totalidad de un homocultus concebido en su aspecto material visible que refleja su aspecto espiritual invisible. Carlos Giménez evita la neutralidad de la síntesis efímera que marca el centro en el desequilibrio de los extremos de la dialéctica romántica. Su concepción de equilibrio es el clásico barroco de balanza con pesos y contrapesos para hacer evidente el conflicto de los elementos opuestos en su estado de pureza esencial. Los recursos formales sirven de fiel para sostener esa balanza imaginaria y se transforman en matices intermedios para precisar una proporción matemática en la que nada puede quitarse, aumentarse o cambiarse de lugar en el espacio tiempo teatral. Desde el tema a la actuación, desde la iluminación a la utilería, desde el sonido hasta el vestuario, todo debe mantenerse en relaciones proporcionales jerárquicas dentro de un solo ritmo, en el campo unificado de la concepción del director. Una palabra, un gesto, un sonido, una luz, sólo se destacan cuando el director lo decide para componer la melodía tragicomica marcada por la notación de un orden de prioridades proveniente de un criterio formado que sabe dar al César lo que es del Césary a Dios lo que es de Dios.
El perfeccionismo obsesivo de Carlos Giménez exigirá siempre una mayor precisión en cada montaje y en cada representación que siempre le parecerá imperfecta en algún detalle. En este montaje de Carlos Giménez los fines nunca se confunden con los medios, éstos sólo sirven para lograr los objetivos de las grandes obras de arte: Hacer perceptible lo imperceptible.
Carlos Giménez enfatiza las causas de las cuales los efectos son lógicas consecuencias. Las muertes violentas de Celestina, Calixto y Melibea son lógicas consecuencias de actitudes materialistas románticas a ultranza. Las muertes son Alberto Ycaza Sujetos a disponibilidad de espacio, los comentarios que envíen los lectores sobre críticas que aparecen en esta sec: ción, podrán publicarse total o parcialmente.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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