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DOMINGO B LA REPUBLICA. Domingo 22 de julio de 1990.
NAMA La Casa del Soñador A Casa del Soñador en Cachi de Cartago. El gran escultor primitivista Macedonio Quesada Valerín. El hombre descubre el alma de los troncos. Los alumnos del río Naranjo. El amor por las gubias madera y la acaricio con mis gubias sin herirla. Tampoco las gubias me hieren a mi. Ni la plana, la cañón, la canutillo, la esquina o la contracodillo me traicionan. Me aman y aman la madera sobre la que trabajan. pregona el maestro. en esta casa que todos los costarricenses deben visitar; donde se pueden comprar sus obras menores o mayores, Macedonio vive con sus alumnos Jorge Sojo, José Luis Sojo, Francisco Chinchilla y Rodrigo Araya.
Todos cartagos y cachiceños. Todos con amor de madera para la madera y poseedores ya del secreto del maestro para convertir la madera en formas gloriosas.
Casado con doña Margarita Burke, Macedonio talló también con fuerza la personalidad de sus hijos. Les metió en las venas el tóxico amoroso de la madera. Héctor es profesor de arte en la Universidad de Costa Rica, Javier caso con una artista alemana y vive allá ejerciendo la escultura. Hermes trabaja dando forma comercial al vidrio. María Elena es operaria en una fábrica de ropa.
Todos tallan y todos saben de gubias y y de la grandeza de su padre, que con los brazos abiertos espera en Cachi a todos los que quieran hablar en el misterioso lenguaje de su esculturas, sobre la inconmensurable fuerza de la naturaleza.
Williain Kapic (Especial para La República) ACEDONIO Quesada Valerin no sólo es el mejor escultor primitivista de Costa Rica. Es, además, un hombre excepcional construido de arcilla, piedra, madera, polvo de estrellas y sueños.
Sueños desbordados pero de ninguno de los cuales escapa porque todos están firmemente pegados al suelo, al río y al bosque.
Pequeño, de ojos inquietos, manos callosas y pelo ensortijado; desde que nació en el caserío de Bermejo, en los llanos de Coris, al borde de una fuente termal hirviente, sintió la fascinación de la madera. En 1924 no había ni computadoras ni juguetes electrónicos y entonces jugó con ramas, raíces y troncos. Ya grandulón me enamoré de los sauces. Un día el viento desgajó una rama y en uno de sus nudos crel ver la aureola de un santo. Con un cuchillo de cocina le fui dando forma al palo y tallé un San Gerónimo de a geme.
Ese santito sirvió para confortar a una tía que agonizaba en medio de terribles dolores. Abrazando la imagen rústica, la viejecita murió diciendo que el santo le había quitado el lacerante dolor. Desde entonces, creo que la madera es milagrosa.
Cuando nos cuenta esta miniatura biográfica, Macedonio está en su Casa del Soñador. un kilómetro al sur de la represa hidroeléctrica de Cachí, en la margen este del Río Naranjo y a 100 metros de la costa sur del Lago de Cachí.
Es una casita de madera toda tallada.
Una escultura global. Puertas con imágenes, retablos, tallas directas y esculturas adosadas al maderamen de coníferas.
Macedonio Quesada fue profesor de escultura en la Universidad de Costa Rica. Fui el único profesor universitario en la historia del país en llegar a tal dignidad sin haber terminado mis estudios primarios. Lo dice y se ríe, pícaro y alegre. Fue declarado Artista Nacional de excepción por la Ministra de Cultura, Carmen Naranjo, en la Administración Carazo.
Sus obras han sido expuestas en diversos centros de cultura y vendidas a coleccionistas privados de España, Alemania, Suiza, Costa Rica y Estados Unidos. Inquieto, siempre, aceptó el papel de Eustaquio cuando filmaron la película cense La Cegua. Ahora todo su empeño está en las Casa del Soñador. donde de bastión a techo, todo es de maderas preciosas, y las tallas y esculturas dan luz a rincones, jardines y ventanas. Hay un mural en la pared este de la casa representando la Santa Cena con imágenes de niños. En las ventanas del segundo piso las siluetas cartagas de Las Vinas. Jesusa y Pancha, trabajadas en laurel, cumplen su función de espías de la vida privada de los demás. Al lado norte otro mural honrando a los campesinos de pala, machete y pie descalzo. De corona, unos niños tocando violín. Adentro, en los claroscuros de la sala, un Cristo Negro que nació gastando gubias de dun tronco arrastrado por una correntada del Naranjo. Era un palo camino a fosilizarse, y alguien dijo por ahí probablemente un geólogo, según cuenta Macedonio que el tronco estuvo enterrado unos 15 millones de años. Luego pesebres, maternidades, cristos escaldados, niños jugando, máscaras aborígenes, grupos escultóricos exaltando el valor de la unidad familiar, y en todo lado y rendija, ventana y rincón, maderas con formas humanas que transmiten mensajes y aliento cósmico. Yo respeto los árbotes. Jamás corto uno o quiebro sus ramas. Lo que está vivo que siga con la vida que Dios le dé. Yo busco troncos arrastrados por el río o caldos en el bosque, raíces, ramas, nudos. Me siento con ellos delante de mis ojos. Los miro fijamente hasta que descubro su alma y entonces me hablan. Su voz sobrenatural y cósmica me dicta pautas para descubrir el misterio de las formas que encierra cada trozo de madera. Luego, con mis gubias, hago que la forma se concrete. Habla de esto con misticismo, con una humildad cąsi franciscana, porque habla de lo que cree. No hay mentira en el campesino artista. Yo siento las vibraciones de la Dentro de su casa llena de arte, es un maestro cuya luz se proyecta por todo el Valle de Orosi. Foto Marin)
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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