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toria. Salgamos a dar un paseo por el jardín, y en tanto os contaré la hisEncendimos nuestros cigarros, y mi compañero me hizo la siguiente narración: En 1849 los imperiales, de acuerdo con los rumanos, sitiaban una ciudad húngara, defendida por sus habitantes y por un puñado de homeeds: La resistencia de la ciudad irritó al comandante austriaco, y éste decidió fusilar todo hombre que se aprehendiese con las armas en la mano, Sucumbió al fin la ciudad, y el comandante cumplió su pa labra La lucha había sido ardiente, desesperada, y entre gritos de cólera y vociferaciones, los soldados se apoderaron de la última casa, hicieron salir los que la defendinn.
Entre ellos se hallaba un hombre, joven todavía, quien seguía su hijo; un muchacho de trece años.
Pocos minutos después las dos víctimas, arrimadas un muro, iban a ser fusiladas. Un oficial se acercó y se puso observar al niño, bello y enér Puente en el río Tiribi gico, en cnyos ojos brillaba Fot. XL Rudin una llama.
Aito! gritó a los soldados que se preparaban a hacer fuevo. Es.
te muchache se la batido en los otros. Si contestaron los soldados. Es una lástima! murmuró el oficial, dirigiendo una mirada de compasión al niño, que no soltaba la mano de su padre. Senor, dijo el pacire. reo que tenéis buen corazón: antas de ejecutarme, otorgadme un favor. Permitidme que ensie el dinero que tengo en esta cartera mi esposa, en lugar sexuro.
En aquel momento tó coronel acompañado de algunos oficiales y de un jefe rumar mno. El padre repitió su ciemanda. Con quién quer. el dinero? preguntó el coronel. Con mi hijo, Los oficiales murmuraron. El padre quería salvar a su hijo. Miraron al niño; su traje estaba en desorden, y los trazos de la pólvora eran visibles en él. Créis que quiero salvar mi hijo? dijo el padre; tranquilizos, pues volverá. Volveré, señor oficial deelaró el niño con tono resuelto. no pensé.
is que pretendo huir.
Está bien, contestó el coronel: tóma el dinero y vé ligero.
El niño cogió el dinero que le dió su padre y se fue corriendo.
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