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respetó primero la castidad, luego no pudiendo contenerse ya, la habló de amor, pero humildemente. Después se hizo atrevido. Es decir, primero las súplicas humildes, luego la fuerza de la pasión y por último el instinto bestial arremeten por turnos a la doncella, que, resguardada por su broquel de virtudes, resiste. Pero ya la fiera escapa amenazas.
Compatriota, parece que la chicha os hubiese hecho mal. Vais salir ahora mismo de aquí.
Considera Ximeno la energía de la mujer que desea y una idea luminosa cruza sul cerebro: ensa ya una comedia con un fondo muy real.
Desespérase ante ella; háblala dulce muy dulce; como loco hace intentonas para suicidarse.
Hermoso como era Ximeno y mostrando un corazón que parecía búcaro de amor, apareció los ojos de la doncella, como el demonio de la tentación.
Fatigada de trabajar por convencerá aquel hombre, sin fuerzas para arrojarle fuera, y engañada temiendo la presencia de un cadáver en su choza, cayó al fin desmayada.
La mañana está preciosa, el sol calienta la tierra húmeda y se exhala un olor agradable; las gotitas de agua que ban quedado en las hojas brillan como piedras finas.
Ximeno sale de la choza como con un sello negro en la frente.
Una mujer hermosa de formas y de facciones perfiladas, con los negros cabellos en desorden, llora en el jardinito sobre una enmohecida piedra. Dios mío. eres caridad, caridad predicas y por la caridad me he condenado. Somos tu imagen y semejanza y no alcanzamos las consecuencias de nuestras acciones y no tenemos fuerza para vencer las tentaciones. Todo lo das en tus dominios, el bien y el mal, sin darnos la lanza que ha de vencer el último.
Ha trascurrido casi un año.
Una mujer pálida como la cera, como una virgen de Murillo hermosa, corre con un niño en brazos, camino del río. su paso el aura que le hace flotar los cabellos, repite estas palabras. Va venir, va venir y no soy la misma. corría, volaba por entre el bosque.
No muy lejos oíase ya la charla del agua con las piedras, su murmurio eterno.
Ya llegó, detiénese un momento, en la orilla, cobra aliento. Besa luego con frenesí el niño, que lanza un vagido, y lo arroja de golpe la poza.
Un rayo de luna atraviesa de súbito las copas de los árboles y se ve la criatura revolviéndose en el agua.
Una voz terrible como la tempestad, como la de la justicia aterradora, extremeció el bosque: 1356
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