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A Rafael Angel Troyo En la hora del pensar.
De linfa en una gota tembladora Derrama el Sol un mundo de fulgores el cáliz perfumado de las flores Es la urna de las perlas de la aurora.
Así guarda, tu mente soñadora, Bandadas de canoros ruiseñores Que vuelan ostentando sus colores Cuando la tarde sus imperios dora.
En la hora del pensar, tu musa inquieta Deslie el arrebol de tus paisajes el jalde sideral en tu paleta. y surgen, profiriendo dulces ruegos, Jirones hechos sus roidos trajes, Los huérfanos que pintas y tus ciegos.
LÍSIMACO CHAVARRIA El escritor Rafael Angel Troyo Fot. Paynter MAS EDUCACION PARA LA MUJER La mujer está destinada a los efectos dulces y tiernos. Sus palabras deben de ser una gota de miel en las amarguras de la vida; su sunrisa, un rosado crepúsculo brillando sobre las sinuosidades obscuras de la inteligencia; su mirar, el casto rayo de la luna sin mancha, penetrando hasta los abismos de nuestro corayón y ciñendo con su aureola melancólica y santa todas nuestras más febriles y exaltadas pasiones.
Moderar los impetus demasiado fuertes del hombre; herir con afectos tiernos su corazón despedazado por exaltadas pasiones; atraer la ambición sin límites al estrecho pero venturoso nido del hogar, tal debe ser su angélico ministeri, en la sociedad. Esas alas tan bellas se tronchan al aire que vibra pur las alturas inaccesibles de la ambición del poder. Lo dulce, lo tierno, lo gracioso, forman otros tantos circulos donde su natural hermosura se lanza como un centro de gravedad. Mas por lo mismo que la mujer es así, tan dulce, tan pura, tan delicada, cuando la ambición se arraiga en su ánimo, tórnase esta pasión en sentimiento más ciego, más impetuoso, más vehemente que la ambición de los hombres.
Las mujeres husmean muy de lejos el peligro y tienen presentimientos reveladores, capaces de adivinar el secreto más oculto y descomponer el plan más arreglado.
Una mujer manchada por la culpa el crimen, es capaz de todo y a todo se arriesga. El bajar una graila en la escalera moral es lo difícil; después de una grada se rueda fácilmente al abisto. Por eso conviene educar su razón en la familia y en la escuela desde los primeros años de su vida.
EMILIO CASTELAR.
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