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El porvenir del libro Un ameno, elegante escritor, Federico Loliée, en su obra Historia de las Literaturas comparadas, apesar del optimismo de que parece poseído, al referirse la estadística de las obras de todo género que ingenios felices han producido desde hace muchos siglos, no deja de manifestar cierta tristeza mezclada de amargura, observando cuántas de esas obras están ya completamente olvidadas. Al ver, dice, sucediéndose sin tregua ni fin tantas obras un momento llamadas imperecederas, y muy pronto desvanecidas ¡cuán ilusoria aparece la reputación literaria. Qué de autores. Cuántos libros cayendo unos sobre otros en los abismos del pasado! El que quisiera hacerse historiador de los naufragios literarios tendría que calcular la más larga y menos fácil de todas las labores. En seguida nos habla de la varia fortuna de las obras, de las de Dante, Milton, Camoens y Cervantes, en su tiempo poco apreciadas y hoy objeto de admiración constante, y de la multitud de aquellas que al salir se hicieron célebres y que hoy no son más que «cenizas de fugitiva gloria. y nos presenta una larga lista de nombres de autores que en su época fueron calificados de excepcionales, raros, divinos, y hoy apenas se conocen mediante las disquisiciones de los eruditos pacientes y valerosos que se han sumergido en la mar de libros muertos para encontrarlos y darles a conocer, seguros de que con ellos sucederá lo que pasa con antiguos restos exhumados que al contacto del aire se deshacen.
Esta revista, que llamaremos fúnebre, la lleva Loliée hasta el siglo último, considerando ciertas obras y autores que fueron de moda y hoy están ya completamente casi en desuso. Es cierto que poco nada interesante útil contenían obras que así están ya olvidadas. El progreso de las ideas será tan grande que lo que vamos dejando atrás ya no tiene valor alguno. El gusto de la humanidad será tan vario y tornadizo que cada momento queme ídolos para sustituirlos con otros? Si tantas obras que un tiempo fueron enzalzadas por las gentes cultas, no hubieran sido importantes, habría que suponerse que entonces había una imposible ausencia de gusto y de buen sentido. El orgullo contemporáneo mal puede pretender que los siglos pasados fueron de atraso y barbarie. Ha habido en todas épocas grandes pensadores: y los antiguos nos llevaron la ventaja de haber sido los primeros en espigar en el campo de las ideas. pareciéndonos nosotros la mujer de la Biblia quien el segador permitía recoger del campo lo que él no había querido tomar. El cerebro de los modernos no difiere del de los antiguos: no hemos tenido talentos que excedan Platón ya Aristóteles: poetas superiores Homero, Virgilio y Horacio.
Los siglos XVIII, XIX y el que corre, se distinguen por uno como afán de resucitar teorías y sistemas y errores filosóficos antiguos que se presentan con aparato de novedad de procedimiento de términos. Es notorio el progreso en las ciencias empíricas; desconocerlo sería cerrar los ojos a la evidencia. Mas en punto ciencias filosóficas, en punto esas verdades especulativas que se aparenta desvirtuar llamándolas Metafísica, es decir, algo que no existe, que ha sido delirio antiguo, jer1450

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