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La vida pública del señor González Víquez dijérase que tuvo principio en 1880 Habíase reunido en ese año la Constituyente que el Presidente Guardia había convocado para devolver la Nación el régimen constitucional. En cualquier otro país más práctico que el nuestro, la Asamblea Constituyente se habría limitado decretar la Constitución, sin hacer mani.
festaciones hostiles contra el dictador todopoderoso que graciosamente la había convocado, sistema prudente mediante el cual el General Guardia habría tal vez puesto en otras manos las riendas del Gobierno, que desde 1871 empuñaba y regía su talante. Pero lejos de eso, la Asamblea Cons.
tituyente se entregó con delirio infantil todo género de desahogos contra el omnimodo mandatario, sobre cuya frente impasible lanzaban los orailores el rayo sonoro de su elocuencia. Presidía la Asamblea el ilustre inolvi.
dable patricio con Julián Volio, que era también el más ardiente y el más autorizado reivindicador de las liberta les públicas. Como era natural, la juventud acudía en pelotones a las barras del Congreso) y aplaudía con entusiasmo y bullicio patriótico los discursos en que los constituyentes apostrofaban al dictador y anunciaban a lo profetas el advenimiento de la libertad.
Entre esa juventud inteligente y fogosa se hallaba el joven González Víquez, que esa sazón también era alcalde primero de San José. La Constituyente no aflojaba en su ímpetu declamatorio, hasta que un dín, el dictador, harto sin duda de tanto lirismo, lanzó un decreto, que estalló como una bomba, y que, como una bomba, derribó a todos los constituyentes, en que daba al través con la bulliciosa Asamblea. Un casco de la granada dicta torial derribó también al joven González Víquez de su puesto de alcalde.
El dictador le hacía pagar por ese medio su espíritu independiente y su fogoso entusiasmo.
Es este un episodio que revela al ciuda lano íntegro, al servidor de las libertades, al hombre de ley; pero la vida pública del señor González Viquez no comienza de lleno sino en 1884, al venir al Poder, por muerte del General Fernández, el señor don Bernardo Soto, primer Designado esa sazón. Ocupó la presidencia este ciudadano en los momentos críticos en que Justo Rufino Barrios se nos echaba encima, con el pomposo título de Presidente, para verificar por fuerza de armas la unión de las cinco Repúblicas. Tanto para repeler la violencia que se nos hacia como para gobernar con acierto, el nuevo Presidente se atrajo sin demora el concurso de cuantos ciudadanos prominentes contaba por entonces el país, así como a la juventud que en otras esferas sociales había dado a conocer su mérito, y que, no obstante esos títulos, vegetaba sin intervención en la cosa pública.
El señor González Víquez fué enviado entonces ocupar la Secretaría de nuestra Legación en Washington, que en aquellos momentos tenía particular importancia para nosotros, por el criterio que el Presidente de los Estados Unidos parecía haber adoptado con respecto a la intentona del caudillo guatemalteco. Al regresar a Europa, poco después, el jefe de la Legación, don Manuel María Peralta, nuestro ilustre diplomático, el señor González Víquez vino a quedar como Encargado de Negocios de Costa Rica ante el Gobierno de la Casa Blanca, puesto en el cual permaneció varios meses. En 1886 regresó al país, en donde lo aguardaban honores correspondientes sus méritos, y posición que, por fin, le permitiría emplear eficazmente sus aptitudes en beneficio del país.
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