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Fué llamado primero ocupar la Subsecretaría de Relaciones Exte.
riores, bajo la jefatura del ilustre repúblico don Ascensión Esquivel, entonces Ministro, quien también acompañó con carácter de Secretario en el viaje que éste hizo Guatemala como representante de Costa Rica en el Congreso que allí se reunió con el fin de buscar y acordar medios pacíficos para llevar cabo la reconstitución de Centro América. La labor realizada entonces fué meramente platónica, como lo ha sido la de todos los congresos centroamericanos que con ese laudable fin aquí acullá se han reunido. Pero la misión del señor Esquivel no fué estéril para Costa Rica, porque este hábil diplomático logró celebrar con el representante de Nicaragua el convenio segúu el cual debía pedirse al Presidente Cleveland, en tonces gobernante de los Estados Unidos, que dirimiera como árbitro la disputa relativa la validez del tratado de límites por Costa Rica y Nicaragua concluído en 1858. El señor González Víquez contribuyó mucho, por su parte, llevar a cabo esa negociación afortunada, la cual debía ser base y principio de todas las operaciones que, poco a poco, dieron por resultado el arre.
glo definitivo de la cuestión limítrofe en que de vieja data andábamos enzarzados los costarricenses con nuestra vecina del Norte.
Regresó de Guatemala el señor González Víquez en 1887 y, muy poco después, fué llamado por el Presidente Soto ocupar la Secretaría de Gobernación, Policía y Fomento. Es aquí donde lo vemos, ya como jefe titular de un departamento administrativo, desplegar toda su iniciativa de hombre inteligente y observador en la tarea de dictar leyes y disposiciones que respondían necesidades visibles y cuya aplicación rigurosa y concienzuda debía traer por resultado un avance en el mejoramiento social. El Ministerio del señor González Víquez no fué largo, pero sí fecundo: espíritu ordenado y metódico, reorganizó hizo funcionar con eficacia y provecho todas las oficinas de su dependencia y emitió, entre otras, dos leyes que bastarían ilustrar la vida de cualquier hombre público: la ley de vagos y la ley sobre juegos prohibidos. No se contentó con fijar en el papel esas sabias leyes, sino que dedicó todo su cuidado hacer que se aplicaran y cumplieran estrictamente por las autoridades que con ellas y corrian: los resultados fueron muy satisfactorios, y eso testimonia que las leyes mencionadas son excelentes en sí. Pero esas mismas leyes fueron ineficaces en otras manos, porque desgraciadamente las leyes no se cumplen solas.
Creen los más de nuestros paisanos, poco observadores, por lo general, que cuando una ley no produce resultado, eso proviene por fuerza de que ella es deficiente inadecuada; y no se les ocurre más remedio que hacer otra ley. Viene de ahí la monomanía legisladora de que nuestra raza padece. Encarguese la aplicación de la ley hombres de conciencia y que conozcan el ramo y se verá enseguida cómo, sin cambiar las leyes, mejoran, sin embargo, los servicios públicos. De qué ha valido, por ejemplo, que desde 1886 tengamos leyes magníficas para perseguir la vagancia y para reprimir el juego si ningún Ministro se ocupa, como debe, en hacer que se apliquen? Ya hemos de ver, sin embargo, cómo esas mismas leyes darán fruto saludable dentro de poco. Corresponde también este mismo Ministerio la formación del Parque Morazán, el sitio más hermoso de San José, obra de saneamiento y ornato que ocupa el lugar infecto en donde las aguas sin corriente de un pantano en aquella época poblaban el aire de evaporaciones mefíticas.
1489

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