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almas con que sueña la Fe resulta en realidad ser la apoteósis de la vida, tú, no en esa tumba en donde sólo han caído tus despojos, sino en ese Más Allá, adonde se habrá remontado tu espíritu, esperarás tus padres con los brazos abiertos, y confundiéndote con ellos en el banquete inefable de Dios, les pagarás el tributo de su cariño y la remuneración de todos sus desvelos. Mientras tanto, descansa en paz, amigo inolvidable. Tus compañeros vendremos de cuando en cuando visitar tu fúnebre mansión, y recogiendo en ella las perfumadas flores de tu recuerdo, te ofrendaremos en cambio nuestras frescas y humildes siemprevivas. Adiós!
OSCAR PADILLA Luis Alcides Castro Un cable particular nos trae la noticia de haber fallecido en New York nuestro querido amigo Luis. Parece en realidad un sueño y no un hecho tan funesta noticia. Ha venido entristecer el corazón de un padre, de una madre y de sus amigos.
Luis ha muerto en la plenitud de la vida sin ser coronadas sus más ardientes ambiciones. Oh! cuánto hubieran dado sus amigos por ver una vez más su cara sonriente, su espíritu alegre de niño, aquel corazón de amigo tan lleno de sentimientos impregnados de esperanza. Oh! sí, querido Luis, tu recuerdo permanecerá en nosotros, tu memoria nunca la podrá el tiempo borrar de nuestra mente.
Hijo único de un matrimonio feliz, el cual tenía fijadas todas sus esperanzas en él: y viene la muerte impía arrebatar aquel tesoro de los brazos de sus padres, arrancar lágrimas de dolor de una madre cariñosa, a partirle el corazón un pobre padre honrado, llenar de luto una familia entera. Oh muerte cruel. Por qué cuando entierras tu venenosa lanza no le quitas la vida uno que lo desee. Por qué te ocupas de un niño inocente que no te llama? Recuerdos preciosos de nuestra infancia abrazan mi mente; la felicidad reinaba entonces entre los dos; tristeza, desconsuelo, luto, obscuridad completa siente ahora en cambio mi vida, con tu muerte, Luis. Descansa en paz, querido amigo, hasta que llegue el día, no muy lejano tal vez, en que en otras tierras nos volvamos estrechar en un largo abrazo, como en el tiempo de nuestra infancia lo acostumbrábamos!
Mientras tanto, yo me consolaré con ver en la lápida de tu fría tumba, tu querido nombre con letras de oro escrito; colocaré sobre ella unas sencillas flores, como ofrenda de mi cariño.
ii Descansa en paz, Luis. El Noticiero)
ROBERTO MARTIN 1550
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