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teligente, aunque en aquellos momentos demostraba que no era mucho el lastre que llevaba en el estómago.
Tomando el sobrecargo la actitud más imponente que halló mano, le pregunto. Cómo se llama Diego González Parra, contestó el joven sin vacilación. Dónde se ha embarcado En las Palmas. En las Palmas. y cómo se ha alimentado durante casi dos días?
Con dos panecillos que me traje en el bolsillo, Pero ¿cómo se ha embarcado de esa manera?
Porque no podía hacerlo de otra. del restante interrogatorio se vino saber que Diego era hijo de un capitán retirado, casado en segundas nupcias con viuda acomodada: que ésta hacía imposible Diego la vida en la casa paterna, y que en la posibilidad de hacer algún día un disparate en cabeza ajena, bab a preferido hacerlo en la propia, lanzándose una aventura, que por mal que terminase siempre seria preferible a la vida inaguantable que sufría en la casa de su padre. No me van ustedes fusilar dijo ni tirarme al agua, ni matarme de hambre y yo estoy dispuesto a todo con tal de ganarme la vida, y con tal de no volver casa de mi padre mientras esté allí su mujer. Sé escribir y contar y algo más, pues soy bachiller, y si con estas aptitudes no le puedo V. servir de secribiente durante el viaje, mondaré patatas, lavaré platos ayudaré a la tripulación en sus faenas más rudas, todo me avengo y todo lo acepto. No poseo un céntimo ni más ropa Vista en el Parque Central que la que llevo encima. Si hubiese pedido dinero mi padre, me lo hubiera negado: podía cojerlo sin su consentimiento, pero eso era robar.
Perdido, adormecido cuando menos, el cariño de mi padre, no tengo nadie más de familia en quien confiar ni en quien esperar. Me encuentro con disposición para algo y con voluntad para todo: soy y quiero seguir siendo honrado: ello me obliga no sólo mi temperamento y mi conciencia sino también mi apellido, que no por desavenencias con mi padre, tengo el derecho de ultrajar. Si en cualquier forma puede utilizárseme bordo por el pasaje, todo me ofrezco: pero que no se piense en volverme casa, porque antes de eso me tiro de cabeza al mar. esto fué dicho sin énfasis ni petulancia, pero en forma resuelta y hasta elocuente. El sobrecargo quedó perplejo invitó casi delicadamente Diego que le siguiera al camarote del capitán Era este hombre de pocas palabras, cosa muy general entre los marinos viejos y también entre los jóvenes, pero lo que le faltaba en la lengua debía hallarse en abundancia en el corazón.
1747 Fot. More

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