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He meditado mucho en estos días y no me explico la causa. Será porque presiento que pronto dejaré de vivir. Qué será dejar de vivir?
Tengo la idea pero vaga como una noche brumosa. Los hombres sí deben saber claramente estas cosas. No son, pues, más inteligentes que nosotros. No saben engañarnos admirablemente? Esto es una crueldad, mas por lo mismo entiendo que es un gran poder de la inteligencia humana. Los perros no podemos ser perversos. Yo sólo presiento que viviré mientras viva mi señor y que dejaré de vivir cuando él pierda la vida. veces deseo que ambos fuésemos inmortales. Quizá esto sea bello y dichoso. Inmortales. Hé aquí otra cosa que no comprendo ni con toda la intensidad de mi instinto. Qué tormento!
Sigo pensando en lo dejar de vivir, ser inmortal. Mi amo debe serlo. Pero vivir siempre. siempre con mis penas! Imposible! Me ma ría. Malene. Qué acabo de concebir? Jamás había tenido tal pensamiento Debe ser algo horrible, espantosamente raro. No, no quiero eso! Me da miedo!
Aquí estoy echado sobre la paja recordando de nuevo Kelti En vano he bregado por conciliar el sueño. Una esperanza me deslumbra en este momento en que la luna baña con piadosa luz los tejados, los muros y las flores. Si, una esperanza. No encontraré Ketti en otra vida. Será posible. por qué no? Mi amada está en la luna, porque ésta brilla ahora más que nunca, y porque la luna es tan bella y tan blanca como Ketti. Ah! voy a aullar, aullar toda la noche hasta que ella me escuche.
Cuán desesperado! Una vez más héme convencido de que mi amo no hace caso de este pobre y triste mastín. Vino acompañado esta mañana de dos amigos que parecían rabiosos. Almorzaron, bebieron, cantaron, gritaron y rompieron vasos y botellas. Hacían un ruído insoportable. Entre tanto yo les contemplaba en silencio sentado al pie de la mesa, esperando en vano una caricia al menos un bocado de pan. De pronto vi que se levantaron ta mbaleando, y abrazados se recostaron contra los cristales haciéndolos trizas. Di un brinco y mordí en la pantorrilla uno de los convidados creyendo cumplir un deber de defensa; pero mi amo me dió un puntapié en el vientre que me liizo chillar de dolor. Había hecho, pues, una torpeza. Salí entonces con el rabo entre las piernas, pensando abandonar quien no le merecía nada mi fiel vigilancia. cómo hacerlo. Soy el animal siervo, el animal que recibe el golpe, perdona y sigue amando.
Há poco hice un descubrimiento que me apena y alegra un mis.
mo tiempo. Mi amo sufre, sufre al par mío! Padeciendo él ¿no se acor1878

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