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Mármol de Rodas Para Prigrimas Intradas En el año de 1506 el pontifice guerrero Julio II, de quien se dice que apenas se ciño la tiara, arrojó al Tiber las llares de San Pedro para 10 empujar sino la espada de San Pablo, daba tregua su reñida luclia con los venecianos y se entregaba de lleno a su pasión favorita por las artes.
Todas las campanas de Roma se han echado sinultáncamente vuelo. La muchedumbre apizada en las calles, encara mada en las verjas, en las ventanas, en los muros, en los pedestales de los motrinentos, sobre las cornisas de las azoteas, grita y se estruja novida por el afán de presenciar el soberbio desfile, presidido por una comitiva regia. Un mar lumano se extiende desde los jardines de Tito hasta el castillo de Sant Angelo, y, como grandes ríos a fluyen de todos lados turbas ansiosas, de liom Grupo de Laocoonte. Museo dei Vaticano bres, mujeres y niños con las miradas fijas en un solo punto.
La fiebre del arte se lia apoderado de aquel pueblo en cuya presencia el Renacimiento va consagrar una de sus páginas más gloriosas.
Una brillante y majestuosa delegación de Principes de la Iglesia.
vestida con sus inejores galas, marchia escoltada por la caballería pontiticia, y seguida de pajes y criados con magníficas libreas.
Resuenan alegres músicas y en inedio del estruendo de los clarines, se oye la voz de los heraldos que gritan. Paso Laocoonte, la inmurtal creación de Agesandro!
Sadoleto, el célebre enamorado de las ricas telas de Cicerón, sube a la tribuna y recita inagistralinente uno de los pasajes más bellos del libro segundo de La Eneida. blanditorio se commere, contentpia con avidez sobre una carrosa de extraordinario lujo, aquel grupo colosal esculpido en mármoi, al que un público delirante arroja coronas de flores.
La trágica liistoria del principe troyano, del gigante hijo de Príamo y de Hécuba, del gran sacerdote de Apoio, condenado por el destino morir con sus dos hijos aliogado por enormes serpientes, en castigo 2461
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