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La tradición de la mour (Traducido del Daily de haberse opuesto a la entrada del funesto caballo de madera, precursor de la destrucción de Troya, hace verter lágrimas a los concurrentes.
Las aclamaciones de triunfo se repiten estrepitosamente, mientras el nármol. berido por los rayos del sol, se espiritualiza lasta desvanecerse en la idealidad del concepto más puro del dolor y la desesperación.
El discutido problema referente al efecto dramático de la escultura. está allí resuelto por el circel de Agesandro, que ha traspasado los reducidos limites fijados diclio arte por la naturaleza.
Giorgione, Miguel Angel, Vassari, Ariosto. Berui, Acolti, Guichardin. Julio Romano, Andrés del Sarto y una legión más de celebridades artísticas, científicas y literarias, rodean la tribuna de Bembo, el futuro secretario de León que presenta Félix de Fredis como el afortunado descubridor del histórico mármol, y luego leé con bizarra entonación en la lengua del Lacio, una descripción interesante de Plinio el Mayor, relativa al grupo recien encontrado, pedazo de roca, en que jamás la tradición ni la leyenda habían tomado cuerpo más imponente, ni expresado con mayor intensidad el paroxismo de la amargura.
Buonarroti cavila ante aquel prodigio de la materia vencida por el genio: se persuade de que las producciones de su época no tienen expresión ni vida, y el pensamiento de animar las estatuas desde los pies a la cabeza, aprovechando en el desnudo los recursos todos de la anatomia. le sugiere la creación del bíblico Moisés, destinado embellecer la tumba del renombrado sobrino de Sisto IV.
La procesión triunfal llega al Capitolio con una solemnidad inusitada, que anuncia a los cuatro vientos la vuelta del gran arte pagano, la restauración de la belleza terrcna, el gran fenómeno religioso, social y político del Renacimiento, en que el Arte puesto hasta entonces al servicio de la Religión, se convierte en señor y toma la Religión su servicio para producir todas las maravillas de aquella época, que hasta el día son la adiniración del mundo. Matias Quesada Cartgo, 1907.
Hace muchos años, cuando esta isla Xaymaica. vivía en las Montañas Azul hembra de gran belleza, cuyo nombre en la gullo de la Montaña (Mountain Prido) y alta, flexible como un sauce y graciosa co más oscura que la de un español, en cuyas liente y roja. Su traje era hecho de hojas la cabeza una corona de plumas carmesíes.
cacique quien había entregado con devoci Iba casarse, y la tarde anterior al fe montaña contemplar el valle más allá de de su amante, de la cual dentro de poco rodeaban sus labios al pensar en la felicidad cautiva de su ensueño, grupos de hombres saludaban respetuosamente la futura reina.
ríos fueron desvanecidos por una ruda sacz su hombro, y volviendo ver, se encontro más feos que jamás había contemplado. Aus mo los de la servidumbre india, su cara y deformes. La cabeza era enorme, haciendo frente estrecha, cuneiforme y repulsiva. una faja de piel, la cual iba atado un pequ miniatura del Gran Oráculo de que se sec gran sacerdote de los caribes que deseaba esposa.
Ella se extremeció y retrocedió a su con dido nn escorpión. Sueñas en felices sueños, oh, Mountai sacerdote; y no hallando respuesta, murmuró Precávete de que el Oráculo no pro casamierto conmigo.
Antes la muerte, que eso. gritó la mUna cruel sonrisa rizó los labios del sace deseo pueda ser concedido.
Pensamiento La sabiduría de las naciones ha dejado en nuy cuerdos proloquios establecida la exactitud de que el malo juzga todo según su condición.
El bandido os dirá que todo el mundo es bandido. La falta absoluta de sentido moral hace preconcebir las cosas y los seres a través de un particular velo, un velo de nocturna frialdad. el alma abierta y alada, no sabrá mirar sino bajo una luz benéfica. El campo es basto. y mal ha ríamos en ir a levantar las piedras que ocultan víboras, cuando los árboles nos ofrecen sus brazos cargados de gloriosas esperanzas flores puras, el frescor del otoño, el nido de las oropéndolas. Espereinos en los bravos trabajadores en los que piensan y obranen la virtud de la palabra y en la fecundidad de la acción. Los averiados y los dañinos mueren en su propio dato. El por qenir quiere almas limpias y maliniles.
Ruben Dario. Nota del traductor. Mountain Pride pe mado Blue Mountains. de Jamaica, 276.
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