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Sangre seca Sentado junto al balcón y exhibiéndome aquellos trofeos de su juventud de hombre irresistible. el alegre viejo se sentía renozar, refa picarescamente echando al aire la obscuridad de su boca escueta de raigones y contraía la faz con una mueca de desvergüenza tan rara que creí ver en él un sátiro, que atrofiado el vigor corporal. pero vivo en la imaginación el deseo inextinguible, aún se recostaba en la serva soījar en la frondosidad de los bosques donde jugó con las ninfas.
Mira 11e decía sacando con temblorosa mano una ciuta desteñida esto es de una mujer quien quise mucho. si no se precipita. me miraba bailando maliciosamente los ojillos acuosos; si no se precipita. Irabia mucha malignidad en esta frase dirigida como un dardo al honor de una mujer que lo había querido. esto. es de Isinenia, la más ciega en amarne!
Isinenia, doña Isienia. yo la había conocido siendo muy niño.
ahora la recordaba entre sueños, aita y de aspecto severo y no sé qué basca me daba pensar que liabía recibido los besos de aquel malvado que no respetaba su memoria de persona muerta. Ya es tarde dijo ai fin y te causaria si continuara mostrándote todo lo que guarda este cofre: fui moly afortunado, mucho. Pero inira esto! agarrando una cajita la abrió, mas no contenía lo que se figu.
raba, porque resultó llena de pequenas cuentas obscuras adheridas unas otras como se pegan las frutas que se pudren juntas. Qué será esto?
No podía recordar inclinaba la caja de un lado otro pausadamente. Qué será esto? tomando la actitud de una persona que busca remembranzas entre el polvo de lo pasado, vi su cabeza de pelo gris, la frente pensativa.
aquel dedo apretando los labios, y ya no parecía 11 sátiro atrofiado que recuerda las horas difuntas: allora se había extinguido en su rostro la alegría desvergonzada, y se iba recogiendo en sí mismo, contemplando el objeto extraño de cuya existencia se había olvidado. Qué será esto? Al! el collareito de cuentas de una pobre mieliaclia que fué con migo a la guerra. que 110 tuvo miedo a las balas y murió un día con las entrañas destrozadas el cuello roto. Para qué contarte eso? se guardo la historia doliente cuyo recuerdo había conmovido su corazón de pedernal, como si a través de sus ojillos acuosos no lexe ra yo lo que sus labios guardaban con empeño.
Me figuré la moza muerta: una lembra robusta con la robustez incitadora de los veinte años, con un seno que no querría consentirse en la estrechez del juboncillo almidonado, el pelo muy negro amarrado la nuca. Jos ojos adormilados, la boca dispuesta para el beso y en la solemnidad marmorea de la garganta un collar de cuentas negras que 2415

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