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os de jércicada rando e cien de su pronunciado por el Dr. don Antonio Zambrana en la velada que se verificó el de noviembre de 1907, en el Teatro Nacional, beneficio de los damnificados por las inuindaciones en España.
El Ateneo de Costa Rica me encarga de traer esta fiesta. que es un homenaje de piedad y una prenda de fraternalamor, el testimonio de su concurso, y yo me enorgullezco de ser el heraldo portador de su mensaje. La hermosura femenina, que aquí resplandece, y las galas del arte bello, que van hechizar nuestro pensamiento, pueden contarse, de seguro, entre los grandes encantos de la vida. El deleite del arte no parece, por su carácter ideal, propio de la vida que conocemos, sino de otra que la fantasía vislumbra; su idioma, por lo mismo que indeciso y vago, se diría de la región de la quimera, de los paraísos del ensueño.
El arte es un cielo que se comunica con la vida y que nos hace soñar en otro que se comunique con la muerte; con los ímpetus que nos producen la poesía y la música, la inteligencia parece pronta a escapar de la cárcel oscura y fría en que vive como desterrada y opresa, y la mujer bella completa, con su presencia, la ilusión sublime de que estamos en un mundo mejor que el que nos es habitual, ya que ella parece un ángel cautivo que nos acompaña; por eso, para muchos, la vida se concentra en esos dos conceptos: la mujer y el arte: lo bello que vive y lo bello que se sueña, y uno de los títulos de gloria del siglo resplandeciente que acaba de extinguirse es que sus maquinarias múltiples y sus empresas industriales y mercantiles prodigiosas no hicieron que se descuidase la conservación del fuego de Vesta del entusiasmo estético. Nunca esa maravilla compleja, que se llama, por italiano bautizo, la ópera, y en que la poesía y la música se enlazan en intimidad tan hechicera, se dió en los prodigios de desempeño como en ese siglo, que casi puede llamarse, por eso. su inventor verdadero; nunca los detalles de la pintura, sus recursos maravillosos y las formas de sus exquisitas variantes alcanzaron tan eximio desenvolvimiento: la poesía tuvo nuevos ecos, y precisa reconocer que la variedad de sus instrumentaciones, por decirlo así. y su penetración, más íntima que nunca fué antes, en los abismos del pensamiento y en los misterios de la naturaleza, hicieron de ella un arte como nuevo, como si una musa, antes no conocida, luubiera llegado aumentar el coro memorable de las nueve, y pedir nuevos compases la batuta del divino Apolo. No ha mucho que, en la inauguración del Ateneo, tuve la oportunidad de decir un público, que, en buena parte, al menos, es el mismo que me dispensa en estos momentos la merced de su atención, mi reverencia y mi entusiasmo por el arte bello, que deja caer sobre la naturaleza y el pensamiento un manto de esplendores, especie de Tabor en que lo humano se transfigura y resplandece como con luz junto la cual parece noche la de los soles del espacio.
Pero la devoción a estas ideas, que no vacilo en confesar por mi parte, ha producido fanatismos lastimosos. Urge protestar contra cierto paganismo hoy existente que exalta con tendencias inadmisibles los delirios imaginativos hasta consecuencias que tienen que considerarse, después de bien pesadas, como lastimosas. La vida ha llegado concentrarse para muchos en estos dos conceptos: la mujer bella y el arte bello, y ello en vuelve una religión de la forma que puede colocar veneno en to2845 rmos sentiulmas nuesaldas ireles igende lo hon trisonan eren
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