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te pobre de la ciudad en donde sólo hay casas de habitación para el hormiguero de italianos. Dicho Museo ocupa una sala estrecha pero amueblada con irregularidad pues no hay allí bancas, mesas, escaparates, tinteros cuadernos que no sean trabajo de los alumnos de los maestros.
En una esquina de la sala encontré arreglados en buen orden unos cuan.
tos folletos cuidadosamente empastados. Son deberes verdad. dije a Bontiére que había querido servirme de cicerone en su museo. No señor, me contestó, son estudios que los maestros han hecho; veces envían memorias sobre puntos de su elección y otras yo les propongo el tema sobre el cual deben disertar; y mostrándome dos volúmenes empastados de rojo, agregó: vea, aquí hay dos colecciones que le interesarán, son estudios psicológicos de los alumnos, hechos por sus maestros.
Los he leído y Bontiére no se equivocó, son muy curiosos los dos tomos, arrojan luz muy interesante sobre el niño, la escuela, la familia y la influencia del medio ambiente. Constan de cincuenta y un ensayos, los cuales en su mayor parte enaltecen la paciencia, el espíritu de observación y la perspicacia de sus autores. Cierto es que Bontiére les había presentado el tema con precisión, dentro de estrechos límites, en tal forma que tenían que prescindir de futilezas, palabrerías desarrollos inútiles.
Véase la circular que él había enviado sus subalternos: Desearía que cada maestro intentara un estudio psicológico acerca de un alumno de su elección. Dicho estudio, copia del natural, debe ser hecho con las notas que se tomen quotidianamente y la colección de trabajos formará un volumen. Convendria anotar la edad del alumno, estudiar el medio en que vive, la influencia que sobre el ejerce dicho medio, será preciso para ello observar al niño en sus relaciones con sus padres, maestros y camaradas; señalar sus inclinaciones, defectos y cualidades, seguir el desarrollo de su inteligencia, indicando las dificultades que encuentra, así las que con facilidad vence y las que le detienen algún tiempo, como las que no ha logrado dominar, etc. para no dar esos trabajos una forma abstracta es preferible citar hechos los más que fuera posible.
Ese plan era de un educador. Más de uno también se ha encontrado que ha sabido ceñirse él punto por punto siguiendo durante un curso lectivo y en todas sus fases, ya en clase, en estudio, en el domicilio en la calle la evolución de un escolar. Filósofos de profesión novelistas influenciados por Stendhal Bourget no habrían demostrado cnriosidad más activa y sagaz ma.
yor agudeza de criterio que algunos de esos maestros de aldea de ciudad al anotar ese diario intimo de sus casos al vigilar sus errores, sus cansancios sus progresos, sus victorias y derrotas. cuántas revelaciones inesperadas! Cu ntas sorpresas para el lector atento, que lecciones elocuentes, palpitantes se desprenden de esas páginas en las cuales se resume la historia de las almas infantiles. Cómo se ve aparecer la movible diversidad de caracteres en sus detalles constantemente renovados.
Estudiando de cerca la variedad de ideas y sentimientos que constituye ei fondo de esos gérmenes de conciencia, es forzoso que el maestro comprenda que la enseñanza no debe ser uniforme, general, inflexible y que, a la inversa, seria de desearse que fuera una constante adaptación de los conocimientos a los seres, de los métodos a las inteligencias y las voluntades.
Pero, como lo pide Bontiére, vamos los hechos. Nos concretaremos algunos especímenes que son realmente tipicos y es claro que no citaremos los apellidos, pero si dejo a los alumnos su verdadero nombre, Tomemos por ejemplo Bautista, el caso de preceptor de San Silvestre. Bautista no tiene más que siete años y suministra rica colección de anécdotas y rasgos caracter sticos que están consignados en el primer tomo. Es 2906

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