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la, ventiene entre shones sonitaombre ue tiee que nenesingun otras con la fue ni verih estoy diesos desgraciados perecerían en sus infectos andurriales no haber en el mundo unos pocos espiritus abnegados en quienes, como flor de bondad, fructifica el ejemplo de San Vicente, el noble ap stol que erigió el pedir para otros en virtud militante.
Hermoso es sin duda el concepto de la caridad cristiana; no sé por qué me figuro, no obrante, que hay algo de deprimente en el ejercicio de ese concepto. El dar de la ley cris.
inna, favor asemėjase, y veces, lo que es más duro, a favor desdeño50.
El dar es un deber en que estamos para con los pobres, deber que podemos cumplir no, según se nos ven a en antojo, según que en el cerebro tengamos no tengamos una célula nerviosa que se estremece la contemplación de lo triste y que en nosotros produce, como alli la tengamos, la emoción enternecedora de la piedad. No es eso? Pues no: un espiritu igualitario, que no espera sus determinaciones de la piedad, hija de la emoción, me dice que no hay tal merced en dar a los pobres aquello de que carecen, porque lo que éstos reciben, en virtud de un derecho humanitario, y nada más, lo reciben.
En los pobres es un derecho el reclamar y recibir lo que les hace falta; en los pudientes, un deber el entregar con ese fin cuanto tienen título de superfluo, sin que esto, que no es una merced, obligue la gratitud, como obliga la limosna depresiva de los cristianos. Asi, si, La dignidad humana no sufre humillacion de ese modo. Pero interin no rijan y gobiernen las costumbres estas ideas humanitarias y salvadoras, que fatalmente han de regir en no lejano futuro, bien está que las nobles hijas de San Vicente de Paul se allanen impetrar para los pobres parte mnima siquiera de aquel bienestar que los acaparadores empedernidos están detentando frente a frente de la indi.
gencia resignada. resignada, sí; porque sólo intervalos suele ella entrever su derecho en el dudoso clarear de esa nebulosa llamada socialismo que poco a poco se condensa en el horizonte lejano, para venir ser, ya sol, el centro de un sistema en que la equidad, la justicia y el bien regulen naturalmente nuestras acciones.
buen isimo cinco ulas (el ispusabique diato creer tisfaigene no urso omo ojos onsique id se e la greOCOesteen hala que Don Ramón Para la mayoría de Quirós los ticos don Ramón Quirós es sólo un patriarca que durante noventa y seis años pudo resistir como si tal cosa el fuego devorador de la vida, mortal, sobre todo, por efecto del combustible voraz que en el echan puñados nuestras propias pasiones. Don Ramón Quirós es. cómo no. un caso tipico de longevidad; entre nosotros, mayormente, donde la vida humana sólo por excepción acierta darse estos estirones de siglo. Pero el buen patriarca tiene también, con esto, titulos muy justos para ser recordado y, más aun, para ocupar con su nombre una página en el díptico nada voluminoso de nuestra historia. don Ramón Quirós le corresponde parte no poca en la fundaci del Hospital que hoy con orgullo exhibe nuestra capital como un monumento de la cultura cristiana; sirvió como tesorero en la Junta de Caridad, cargo que ésta le confirió en homenaje su hombría de bien, que fué proverbial; comisionado también por dicha Junta, hizo un viaje a Guatemala con el fin de traer las religiosas que, por juro de su institución, correr deb an con la asistencia de los enfermos: su activa gestión se debe en 3359 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Biblioteca del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica
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