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la costa, sin ninguna desconfianza, y co.
mo se acercara Digne se convirtieron en aclamaciones y entusiasmo.
El seis de marzo Napoleón llegó Corps, una jornada de Grenoble.
Al llegar a esa plaza fuerte había que vencer algunas dificultades. Grenoble estaba bajo la comandancia del General Marchand, muy decidido defender lealmente su reciente fé realista. Con ese motivo fortificó la ciudad poniéndola en estado de defensa y mandó al encuentro de Napoleón un destacamiento bajo las órdenes del jefe del batallón Delessart, compuesto de una compañia de genio y de un batallón, el 5º de línea.
El encuentro entre las tropas del rey y Napoleón se efectúo el de marzo a alguna distancia de la Mure, en el caserio de Suffrey.
Aquel fué un momento dramático.
Las tropas de Delessart fueron desplegadas frente al caserío, los volteadores en primera línea. Un oficial de la guardia había venido parlamentar con ei comandante. Este permaneció inflexible. Napoleón bajó de su caballo, distinguiéndose por su levita gris, y caminaba por una ruta descubierta, llevando por vanguardia los lanceros polacos y sus soldados de la vieille garde.
Cuando los volteadores percibieron las largas capotas azules y los bonetes de pelo de los granaderos, grande emosión se produjo en las filas.
El comandante mira sus hombres fijamente; el espanto se leyó en su fiso.
nomia. Batallón! media vuelta a la derecha, marchen ordena, pareciéndole imposible la resistencia.
Los caballos de los polacos rebuznaban la espalda de los volteadores.
Alto! Cabeza de frente! grita Delessart El batallón obedeció.
Napoleón, habiendo separado la caballeria, apareció escoltado por sus granaderos, que por su orden habían bajado el arma.
Hele ahi.;Fuego! ordena el capitán Randon que más tarde debía ser mariscal de Francia.
Lus soldados se pusieron lividos; sus piernas vacilaban, los fusiles caían de sus manos temblorosas.
El Emperador estaba tan cerca de la tropa que casi la tocaba. Deteniéndose un momento y con una voz fuerte. Soldados, dijo yo soy vuestro Emperador.
Reconocedme. Dando dos pasos adelante y entreabriendo su levita, agregó: Si hay entre vosotros un soldado que quiera matar su Emperador, heme aqui.
Un grito formidable de Viva el Emperador! fué la contestación. Los soldados rompieron los rangos, se preci.
pitaron hacia él, lo rodearon, 1o aclamaron, se arrodillaron sus pies, tocaron sus botas, su espada y las faldas de su vestido.
Al favor de aquel tumulto, el capitán Randon corrió a decir Marchand que la lucha era imposible. Concluirá)
Calibán Funeraria Sobre el negro ataúd de mi cadáver la loza sepulcral se colocó; mis amigos se fueron uno uno y todo en el silencio reposó.
Los meses y los años transcurrieron y nadie a mi sepulcro fué llorar: sólo el musgo el amigo del olvidocreció en torno del fúnebre lugar. Algún ser adorado, cuántas veces las hierbas de la tumba pisoteo. acordaba que allí, bajo esa piedra, estaba yo. Evaristo Arias 3471

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