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3838 PÁGINAS ILUSTRADAS nuevamente le conté lo ocurrido. Después, se levantó lentamente de su asiento, examinó minuciosamente la puerta, la cerradura, las ventanas, el piso, y por fin la caja, que yo abrí con ese objeto. Dónde estaba el estuche anoche?
Aqui. contesté, señalando el lugar preciso en que lo coloqué la noche anterior y que era uno de los rincones de la caja. Estaba en el mismo lugar esta mañana. Sí, en el mismo lugar.
Reflexionó durante unos instantes y luego. No comprendo nada, dijo. No ha padecido Ud. alguna vez de ataques de sonambulismo. No, que yo sepa.
Hay que averiguarlo con su familia. Mientras tanto, tiene Ud.
inconveniente en facilitarme el estuche. Ninguno.
Tomó la pequeña cajita de felpa en sus manos y noté que Estas tem blaban. El vió que yo lo observaba. Es natural, me dijo que me impresione la pérdida del anillo. En primer lugar, el recuerdo de familia desaparece, pues mientras estaba en sus manos, nunca perdí la esperanza de recobrarlo; pero, ahora ¿dónde estará? En segundo lugar, su vida corre un peligro inminente.
Mientras hablaba, daba vueltas al estuche, lo miraba y remiraba por todos lados y hasta me pareció, en medio de mi nerviosidad, que veía brillar en sus ojos una chispa de alegria.
Por fin se decidió a abrirlo y ambos contemplamos el lugar vacio donde antes brillaba la piedra sin rival. Extraño; muy extraño, murmuraba él. Sí, dije yo, no me puedo acostumbrar a la idea de esa desaparición.
Al cabo de un rato, el principe colocó el estuche en su bolsillo y me dijo: Si Ud. quiere, prosigamos ahora nuestra investigación.
Pero a dónde: Por todas partes. Ha movido Ud. la caja de hierro. No; pesa mucho.
Yo le avudaré. Vamos.
Entre los dos corrimos la caja hacia medio cuarto. Debajo, habia un poco de basura. No mueva Ud. nada, dijo él. Alcance aquel plumero que está sobre su escritorio.
Cuando lo tuvo en sus manos, agregó. Con esto, voy sacudir estas basurillas. Si por casualidad el anillo está aqui, las plumas del plumero no podrán arrojarlo a distancia.
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