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PAGINAS ILUSTRADAS II sada.
ICON e la caimpor algunos pas ob Os ante es 13 eciar el cias de tomento war parte stinadas erdo de ecedente muerte sin que el corazón dicra un latido de esperanza. Instantaneamente quedanos oscuras, pues tardaria medio segundo en extinguirse la luz de los filamentos de las lámparas eléctricas. Muchas personas dicen que no sintieron mis y que un solo golpe derribo Cartago; pero no fue asi, sino que el terremoto duró de catorce dieciséis segundos durante los cuales, sin poder moverme del centro del patio.
adonde debí saltar sin darnie cuenta con los brazos en alto y actitud de loco, vo vi voi muchas cosas. Via mi hijo de dos años, arrebatado dos veces de manos de la sirviente, vi a mi esposa derribada dos veces y venir por el suelo arrastrindose; vi ondular las fuertes columnas de made ma del claustro y danzar las tejas en zig zag antes de caer al suelo. Separados por in.
tervalos de medio de una de dos se.
gundos, hubo de seis siete trepidaciones que produjeron ruido de fusileria, y que debieron marcar los tiempos en que la ciudad cayó, pues los retumbos que se sintieron despues producidos en las cavi dades volcanicas del Irazu o por disloca.
ción de capas internas, no eran nada se.
mejante. El polvo que produjeron los es.
combros, formó un atnásfera de asfixia.
que nos impedia ver, respirar y aun cir.
nos voces: quizás era el terror lo que nos hacia lablar gritos, pero mi impre sión personal es que sólo podiamos vernos abriendo bien los ojos para que entrara si puñados en las órbitas el polvo amarillento pero las pupilas algo de la luz difusa de expirante crepúsculo; que sólo podiamos respirar llenando la boca de sucios y secos penachos colgantes que secaban las fauces y que sólo gritos trasmi tir el sonido aquella atmósfera de ladrillo molido. Cuando nos dimos cuenta de que viviamos y nos contamos con la vista, la sirviente gritó que mi hija labia quedado en la cocina.
Atravesé la carrera ventinillas el largo del corredor que separa los dos paltios, el de la casa del Director y el del Colegio, llegué sin respiración y me detu.
ve perplejo ante escombros cuya presencia en medio del patio no me explicaba.
Lisme: mi hija, me respondió, trepé y llegue a su lado. Asomaba su cabeza enrre dos vigus, tenia el cuerpo cubierto de escombros y no podia salir.
Abrázate a mi cuello, la dije. y hax un esfuerzo. Tengo un peso muy grande en las piernas y no puedo!
Se me partio el ilma. pues pensé que tuviera quebradas las dos piernas. Esperate un momento. hija mi, ver si puedo quitarte el peso. Quite unos adobes que habla sobre su cuerpo y toque made. que separé con fuerza; ella se abraxe mi cuello y la sigue con la cara sangrienta, pero agil y seguramente sin gran dato. Temblo fuerte y rodamos abrazacios: nos levantamos y carrimos, caímos de nuevo y llegamos al centro del patio. Lola salvadal, grize.
y llegaron corriendo mi esposa y mi hijo, mi criada diez alumnos internos del Instituto quienes Surprendió el rerremoto en el salón de estudios. Salimos la calle y el otro hijo mío estaba en medio, llorando de terror pero ileso. el portero. preguntó 100. En el piso alto, que ha caído todo. Pobre Ignacio!
ulo descrte dos herni:ri, acaba sando en iba ba 3000BOSO CO e5 cien 331grey los ojos Tersdimos la vista vapenas quedaban paredes en pré en el espacio que la niebla nos permitia distinguir. Qué silencio!
También nosotros. mudos de terror, caminibamos callados. La joves alumno nos guió la plaza iglesias y nuestra muda procesión parecia de fantasmas, 1sando por la rereda estrecha que las ca.
sas caidas dejaban en el centro de las 3n.
llegar la

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